CAPITULO 18 | Fue horrible

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Espero que hayan disfrutado su fin de semana. Como cada martes les dejo el capítulo, espero que les guste. Regresen el viernes por un nuevo capítulo 😉.

«§»

Mis mejillas comienzan a arder deben de estar rojas. Me paso las manos por mi rostro varias veces. La mire unos segundos y tiene una sonrisa pícara.

-Hola Carmela, perdón por la demora- camino hacia ella y la abrazo, luego le doy un beso tronado en su mejilla.

-Un beso babeado no gracias -bromea-. Pensé que nos dejaría plantados- comenta.

-Se extendió las dos reuniones que tenía organizada en la mañana- me excuso.

-No sé ustedes, pero esté que está aquí tiene hambre- comenta Sebastián.

Nos sonríe y luego nos guiña a ambas con su ojo derecho.

-Cierto, lleva casi cuarenta minutos intentando servirse del almuerzo- explica.

Nos lleva hasta el pequeño comedor y nos servimos la paella de camarones que preparo.

-Gracias por la invitación y por esperarme- agarro el tenedor y me lo llevo a la boca.

Observo a Sebastián comer un poco desesperado, pero al mismo tiempo disfrutando la comida. Intento concentrarme en mi plato, pero están gratificante ver como otra persona disfruta comer. No quiero saber los días que paso sin comer o las veces que la comida no fueran de su agrado. Todas las necesidades que paso allá dentro. Gracias a Dios que solo fue una semana. Si fueran meses o años. Nada más de pensarlo me recorrer un escalofrió por el cuerpo. Al terminar tengo que reconocer que estuvo delicioso.

-Rico, te ayudo a recoger- me levanto y recojo mi plato y el de Sebastián y los llevo a la cocina.

-Déjalos ahí, ahora los lavo- le hago caso y regreso al área del comedor y veo a Sebastián observándome.

Cuando me acerco a él para agarrar el vaso de jugo. Me agarra por la cintura y me sienta en sus piernas. Suelto un grito de sorpresa.

-Te dije que estas hermosa- me da un beso en la mejilla.

-No- pronuncio un tanto nerviosa.

-Estas hermosa- me agarra por la barbilla y me da un casto beso en los labios. Sonrió.

-Gracias, déjame terminar de ayudar a Carmela- le pido.

El niega con la cabeza y su dedo pulgar pasa por mi barbilla. Une nuestros labios de una forma encantadora, jugando, saboreando, mordiendo y succionando. Mi respiración comienza a faltarme y me separo despacio con mis ojos cerrados.

-Vamos a la habitación, Carmela entenderá que necesitamos nuestro espacio solos- me da un beso en la mejilla.

Su mano se posa en mi muslo izquierdo y acariciando sube hasta tocar la tela de mi braga con su pulgar. Provoca que suelte un jadeo.

-No- mi voz sale ronca.

Me levanto y agarro los vasos de la mesa. Al voltearme siento un apretón en mi nalga. Me volteo a mirar a Sebastián que tiene una sonrisa perversa y me guiña con sus dos ojos. Lo fulmino con la mirada, como se atreve a tocarme. Si en ese instante hubiera entrado Carmela, que bochorno. Le dejo los vasos encima del tope y me recuesto.

-¿Qué te pareció la casa? -pregunto.

-Me gusta, es acogedora y sencilla- responde con una sonrisa en sus labios.

Sus manos pasan por mi cintura y mi espalda toca su pecho.

-Perdón que los interrumpa, pero me la puedo robar un rato para llevarla a mi habitación- expresa Sebastián sus labios tocan mi mejilla al terminar su oración.

Rendirte JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora