CAPITULO 24 | Esta muerto por mi culpa

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Uy... temprano para que no se me desesperen, les tengo una propuesta al final del capítulo. Si les gusta el capítulo recuerden regresar el martes.

Que viaje más tedioso. ¿Por qué me tuvo que llegar la menstruación? El elevador abre sus puertas y el botonero sale primero para guiarnos hasta nuestras habitaciones. El botonero abre mi puerta y deja mi maleta en la pequeña sala.

-Abre la puerta que conecta a mi cuarto- pide.

Pero pareció más una orden. Sebastián cierra la puerta y llevo mi maleta hasta dejarla encima de la cama. La abro y busco mi camisón. Al tener todo listo le abro la puerta y me voy directo al baño. Le pongo seguro para que Sebastián no se cole. Enciendo la ducha y la pongo para que salga caliente.

Al terminar de bañarme salgo del baño. Acomodo mi ropa en el pequeño closet. Puedo escuchar el ruido que proviene de la habitación de Sebastián. Decido ignorar el ruido. Me acomodo dentro de las sabanas. Hace tiempo que no me dolía tanto como hoy. Me acuesto boca abajo para no sentir tanto dolor. Tengo que admitir que no extrañaba este dolor insoportable.

-Siento que me muero- sollozo.

Me retuerzo del dolor en mi vientre. ¿Por qué nos tienen que pasar esto a nosotras? ¿Por qué a ellos no? Acaricio mi vientre intentando calmar el dolor. Agarro la crema que deje encima de la mesa de noche, siento que la cama se hunde.

-¿Qué tienes? -pregunta.

-Sebastián me puedes dejar sola- pido, ignoro su pregunta.

-Está bien, pero responde mi pregunta- replica.

-Es que me bajo la menstruación esta mañana, para colmo el viaje lo empeoro- respondo.

-Necesitas algo ante de irme-

-Cállate por favor, dame un masaje en la espalda- gruño.

Le paso la crema que tengo en mi mano. Luego me subo el camisón hasta la parte alta de mi espalda. Antes me aseguro que la sabana me cubra lo suficiente para que Sebastián no vea nada de mi cuerpo, a excepción de la espalda. Vierte el líquido caliente y comienza a regar con lentitud. Lo que provoca que me muerda el labio inferior. Su mano la pasa con suma delicadeza que siento que llego al cielo.

-¿Mejor? -pregunta.

-Sí, gracias- murmuro.

Me tenía idiotizada con el sobo en mi espalda. Me bajo el camisón. Siento como se levanta de la cama. Le da la vuelta a la cama para mirarme a la cara. Deja el envase en la mesa de noche. Arrastra la silla y la pone frente a mí, se acomoda. Acaricia mi mejilla.

-No me gusta verte mal, ¿quieres algo? ¿Pastilla? -indaga.

-No, solo un abrazo de mi madre -hago una pausa- algo difícil de conseguir- murmuro.

-No está tu madre, pero estoy yo para abrazarte- expresa.

Se levanta y me brinca por encima, colándose entre las sabanas. Pega su cuerpo al mío, me abraza con cuidado. Coloca su mejilla en la mía. Su mano se posa en mi abdomen bajo y lo acaricia. Mis ojos comienzan a cerrarse por sus caricias. Besa mi hombro. Siento su respiración en mi mejilla.

Me siento frente al mar, el atardecer es preciosa. Siempre me ha gustado apreciarlo. Da un toque de tranquilidad. Veo una sombra que viene hacia mí, miro alrededor para percatarme que no hay nadie en la playa. Trago saliva. Achino un poco los ojos para ver quien se acerca. Al ver una respiración. Mi corazón deja de bombardear fuerte.

-Hija soy yo... no te asuste- dice.

-¿Mama? ¿Eres tú? -cuestiono.

Ahora la puedo distinguir mucho mejor. Mi madre vino a verme. Esta vestida de blanco. Sonrió. Me levanto y me acerco a ella. Nos fundimos en un abrazo. Acaricio su mejilla.

Rendirte JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora