Rendirte Jamás

CAPITULO 42 | No es un sueño

Al abrir los ojos me encuentro en amarada de pies y mano y la boca tapada. El lugar es espacioso es como si hubiera sido un almacén o una tienda grande. Hay varias mesas, estantes y góndolas en formando pasillos. Estoy encima de un colchón No puedo ver ninguna puerta.

¿Dónde estoy? Dios ayúdame a salir de aquí. En que lio me he metido. Forcejeo las cuerdas que me tienen amarada, pero están bien anudadas. No puedo evitar soltar lágrimas de desesperación, de impotencia y de miedo. Una mezcla de sentimientos. ¿Quién está detrás de todo esto?

Me muevo como una culebra por el piso para buscar una salida necesito salir de aquí, pero se me dificulta moverme por estar atada. ¿Por qué nos tiene que ocurrir todo esto? ¿Por qué tanta maldad? ¿Por qué quieren destruirnos? Me canso. Al observar mi alrededor, no he avanzado. Me frustro.

A mi mente llega las imágenes de Sebastián besando a esa mujer. ¿Por qué no puedo ser feliz? ¿Por qué me tuvo que traicionar, mentir e ilusionar? Confié en ti Sebastián. Te entregué lo mejor de mí, te lo di todo para que me pagaras de esta forma. No fuiste sincero conmigo. Me enamore como una estúpida. Lo peor es que nunca recibí nada de ti. Lo único que agradezco es que se abrió conmigo, me conto su historia, pero yo quería su amor. El ruido de alguna parte de la estructura me saca de mis pensamientos.

¡Quiero esconderme! Mi corazón palpita con rapidez, mis lagrimas comienzan a salir como cascada. Tengo miedo. Siento que me quedo sin aire. Trato de arrastrarme, pero se me dificulta. Las pisadas cada vez son más cerca. Por favor Dios ayúdame a esconderme. No quiero que me encuentren. Necesito salir de aquí.

-Muñequita veo que despertaste- expresa.

Su mano agarra mis pies, me gira para ver a un hombre gordo, pero su rostro cubierto con un pasamontaña. Por las piernas me arrastra hasta el colchón de nuevo. Coloco una bolsa frente a mí con una botella de agua. Me quita el pañuelo de la boca, supongo que para que pueda comer.

-Come, mejor pórtate bien muñequita sino la próxima vez te quedas sin comer- informa.

Se da media vuelta, lo sigo con la mirada hasta perderlo. Suspiro. El olor me activa mi apetito, algo me dice que mejor coma porque voy a pasar más tiempo aquí. Trato de agarrar la bolsa, pero se me dificulta por las manos amaradas. Lo sigo intentando hasta sacar un pequeño, muy pequeño sándwich de jamón y queso. Mis lagrimas humedecen el pan al darle el primer bocado. Lo dejo encima de la bolsa para poder abrir el agua. Es lo más difícil, pero logro abrirla.

-Vaya no has terminado, se acabó el tiempo de comer- me quita la comida.

Trago saliva en seco. Ni siquiera le di una mordida. Se va con el sándwich, lo sigo con la mirada hasta irse por otro pasillo. Me quiere volver loca para que no sepa por donde entra y sale. En mi corazón se instala una opresión que quema y un dolor insoportable.

¿Merezco todo esto? ¿Por qué me quieren hacer daño? Papito por favor encuéntrame, no quiero estar aquí. Búscame. Te necesito. Quiero ver crecer a mi hermano. Quiero decirte cuanto te amo. No soy de decírtelo muchas veces, pero lo siento en mi corazón. Siento que este es mi final sino me consiguen pronto.

El gesto del viejo ese, siento que me quieren debilitar, que pierda la fuerza y la voluntad de intentar salir. Me hago una bolita. Llora. Mamita por favor cuídame, esto no va terminar bien. Ayúdame a salir de aquí.

Sebastián a pesar de que me engañaste, no sabes cuánto te necesito. Donde quiera que este quiero que sepas que te amo. Sabes me arrepiento de no habértelo dicho. No debí guardármelo para mí.

Me pego a la pared para ver de todos los ángulos. Necesito mantenerme fuerte y firme. No me puedo derrotar, no fue lo que me enseñante mamá. Necesito que me guíes. Busco a mi alrededor, pero no se ve si es de día o de noche. El ruido me asusta y me abrazo más a mi cuerpo. Lo veo caminar hacia mí. Trago saliva.