Capítulo 9: Zoológico y helados

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Íbamos directo al zoo. En el carro solo estábamos Rubén y yo, Rubén me platicaba anécdotas muy divertidas de cuando vivía con Mangel, las travesuras que le hacía. Yo solo me descojonaba de la risa en el asiento del copiloto al escuchar los ridículos momentos que pasaban. Por lo que me decía, se notaba que eran muy buenos amigos y que se querían mucho. Me alegraba que Rubén tuviera amigos así, lo cual me hizo recordar cuando me fui, ¿Miguel Ángel estuvo con él cuando yo me fui? Me estremecí. Permanecí callada y Rubén dejo de contarme más historias cuando notó que no me reía.

-¿Qué pasa, Anna?-Susurró deteniéndose en un semáforo y mirándome.

-Nada, es solo que me puse a pensar en unos asuntos-mentí. No quería que supiera que estaba pensando en esas cosas.

Sonrío.

-Vale-Tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos. Comencé a temblar y sentí mis mejillas ponerse calientes.

Me estremecí al sentir sus suaves dedos acariciar los míos. Con los nervios invadiendo mi cuerpo, acaricié sus dedos también. Sentía una lucha de mariposas en mi estómago, más bien elefantes, saltando en mi estómago. Sus dedos eran tan suaves y acariciaban mis dedos de una forma tan estremecedora, que hacía que me derritiera. Mis piernas temblaban, lo sentía. Sentía su mirada centrarse en mí, mientras contemplaba ruborizada, como nuestros dedos jugaban entre sí. Fijé mi vista al frente y el semáforo estaba en verde. Suerte que Rubén no tenía carros atrás de nosotros.

-Se ha puesto en verde-dije casi susurrando, contemplando la luz verde del semáforo, el cual captaba toda mi atención.

-Lo sé.

Me giré para verlo y aún seguía mirándome. ¿Qué estaba esperando? ¿A que hiciera magia y nos transportara en un segundo al zoológico? No soy bruja, bueno, el que tuviera el cabello como una bruja no significaba que lo fuera en ese momento. Mi cabello, sinceramente, estaba hecho una mierda. A veces lo odiaba, el chino me sentaba bien cuando lo traía arreglado y lo peinaba. Reí suavemente y el también río. Aceleró y fijó su vista en la carretera, sin dejar de acariciar mis dedos.

Llegamos a un lugar muy grande, al aire libre y había una cerca, abarcando todo el espacio donde estaba el Zoo, así se llamaba. Zoo. El sonido del motor del auto se apagó y Rubén no había separado nuestras manos en ningún momento. Solamente para apagar el coche. Lo miré sonriendo.

-Bueno, aquí es-Dijo con esa tierna voz que lograba hacerme viajar a miles kilómetros de distancia.

Sonreí bobamente.

El salió del coche y cerró la puerta del piloto. Estaba a punto de abrir mi puerta cuando él la abrió. Lo miré y me giré. ¿Cómo había llegado tan rápido? Volví a mirarlo.

-¿Va a bajar, señorita Holmes?-Lo miré con los ojos como platos, nunca me había dicho Holmes. Era la primera vez que lo escuchaba decirme Holmes.

-¿Holmes?-Sonreí y me bajé del auto.

Escuché la puerta del coche cerrarse y sentí una presencia a mi lado. Lo miré de reojo, era un poco alto, me llevaba unas dos cabezas sin exagerar. Reí y lo abracé por la cintura. Sentí su brazo en mi hombro. Me sentía un poco pequeña en comparación con el Gulliver que tenía a mi lado. Comenzamos a caminar hasta la entrada del zoológico. Rubén se acercó a una joven que estaba en la taquilla. Compró dos entradas y entramos con un grupo de personas más. Un hombre de ojos azules conducía el mini tour por el que Rubén había pagado. Estaba pegada a el mientras veía el mundo de animales de había en el zoológico. Ni siquiera me había preocupado por saber el nombre. A decir verdad, el zoológico parecía un pequeño bosque a las afueras de Oxford. Mientras íbamos por el tour, Rubén no perdía tiempo y me pedía que me acercara a las jaulas y me tomaba fotos con los animales.

Más Allá (ElRubius fanfiction, EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora