Estaba sentada sobre el sofá de la casa, en la sala, con los ojos cerrados. Todo estaba tan tranquilo a mi alrededor, ningún sonido, ninguna voz, nada, ni siquiera Aiden estaba. Estaba sola. Tenía mis manos juntas, apretándolas. Mordía mi labio con fuerza mientras movía mi pie derecho nerviosamente. De pronto abrí los ojos. Podía jurar que estaba con Rubén, podía jurar que él estaba frente a mí, pero ya no estaba. Se había esfumado de pronto, al igual que la sala, porque ahora ya no estaba en la sala, si no en una habitación completamente blanca y ya no estaba sentada en el sofá si no en un pequeño banco de madera. Comencé a mirar hacia los lados, esperando encontrar a alguien, a Rubén.
-¿Rubén?-Pregunté suavemente y me giré, mirando a los lejos una puerta blanca con una chapa color amarilla, dorada.
Tragué seco y sentí un escalofrió recorrer mi cuerpo. De pronto, sentí una respiración en mi cuello. Mi piel se erizó y me quedé inmóvil, incapaz de articular palabra alguna. No podía aspirar el aroma varonil de Rubén, así que no podía saber con certeza si se trataba de él. No quería girar, no quería mirar a la persona que se encontraba a solo centímetros de mi cuello. Cerré los ojos. De pronto, esa voz nuevamente, esa voz siniestra susurrando en mi oído las palabras que tenían tiempo atormentándome la cabeza, ¿Tienes miedo?. Los abrí rápidamente y ahí estaba. La mujer, su rostro, sus facciones, sus ojos. Una mujer de aspecto joven, de unos treinta años. El cabello de un color dorado apagado, lacio y le llegaba a las caderas. Sus ojos azules, de uno profundo y muy bello. Su rostro, estaba un poco desfigurado. La mujer acercó sus manos temblorosas a mi rostro. Sus dedos estaban chuecos, acomodados de una forma sobrehumana y al tocarme gritó. Y yo también grité. De pronto, todo se puso oscuro, no veía nada y luego una voz. Abrí los ojos y estaba Rubén. Mirándome, asustado, preocupado. Lo escuchaba decir mi nombre un poco alterado.
-Anna, ¿Estás bien?-Susurró suavemente mientras acariciaba mis mejillas. Lo miré y me senté en la cama, me lancé en sus brazos y comencé a llorar suavemente, muy bajo.
Todo estaba callado, salvo mis sollozos que eran lo único que impedía que el silencio ocupara todo el espacio de la habitación. Sentía como poco a poco mojaba la camisa de Rubén con las lágrimas que caían por mis ojos. Todo había sido un sueño, una pesadilla. Las manos de Rubén acariciaban mi pelo mientras yo aún seguía llorando. Me arrepentía demasiado por haberlo despertado. Me aferré a él con fuerza, mientras los sollozos aumentaban en sonido y se escuchaban más fuertes.
-Tranquila, está bien-susurró Rubén, yo aún no me separaba de él, estaba pegada a su cuerpo que me transmitía cierta seguridad. Ya no me sentía tan avergonzada por estar junto a él, por sentir como acariciaba mi cabello, al contrario, me tranquilizaba que lo hiciera.
-Tengo miedo-susurré entre sollozos al fin. Por fin pude decir que tenía miedo, por fin pude decirle que estaba aterrada.
-No te preocupes, estoy contigo. No va a pasarte nada malo-susurró nuevamente, dejando un beso en mi frente. Se separó un poco y se quitó la camisa, que estaba llena de mis lágrimas. Comencé a quitar las pocas lágrimas que descansaban en mis mejillas y me acosté nuevamente, quedando de lado. Él también lo hizo así, y mientras acariciaba mis mejillas húmedas me miraba a los ojos. Y yo lo miraba a él.
-Perdóname. No fue mi intención despertarte.
Sonrió débilmente, cansado.
-Está bien. Ya estoy acostumbrado-sonreí y me acurruqué en su cálido pecho. Cerré los ojos nuevamente y me aferré a su cuerpo. Estaba un poco más tranquila, aunque la idea de que una mujer estuviera en la parte de arriba, en aquella habitación, me hacía estremecer y temblar de miedo.
Suspiré.
-Duerme-susurré. Estaba todo oscuro, en silencio.
-¿Estas segura?-Asentí rápidamente y lo miré. Él también me miró. En sus ojos notaba que estaba cansado, tenía que dormir, descansar. Besó mi frente y recargó su cabeza en la almohada. Yo por mi parte, cerré los ojos y me aferré a su pecho, tratando de dormir.
Cuando me estaba quedando dormida, escuché un ruido, como si algo que se cayera en la habitación de al lado. Me levanté, y comencé a mirar hacia los lados, con los ojos abiertos como platos. Me quede a medio acostar, con una mano sosteniendo todo mi cuerpo. Lo siento, he sido yo, se disculpó la voz de Aiden. Me dejé caer en la cama con las manos sobre mis ojos. Suspiré nuevamente y miré a Rubén, durmiendo plácidamente sobre la cama, como un pequeño bebé. Sonreí y me acosté al lado de él, como estaba. Estoy viéndote, Holmes. No me importaba en absoluto lo que dijera. Con una gran sonrisa en mi rostro y con Rubén, abrazándome, pude conciliar el sueño, cayendo profundamente en los brazos de Morfeo hasta el día siguiente.
Cuando desperté, los rayos del sol de Oxford entraban por las cortinas de encaje, haciendo iluminar la habitación. Rubén estaba a mi lado, aun durmiendo. Me levanté y me acerqué al borde de la cama, bajé los pies al suelo y me levanté. Caminé hasta la ventana y abrí un poco la cortina, encontrándome con un Oxford completamente cubierto por nieve. Lucía tan hermoso el lugar, sonreí y bostecé. Tome una toalla y entré a tomar una ducha. Estuve unos diez minutos dentro, disfrutando del agua caliente caer por mi cuerpo. Al salir, enrede la toalla en mi cuerpo y salí de la ducha, dirigiéndome a mi armario. Abrí los cajones. Sequé mi cabello y me quité la toalla. Rápidamente me puse un conjunto de ropa interior color negro. Me puse unos vaqueros ajustados y una camisa blanca de cuello V. sobre la camisa, un suéter sin botones color crema. Mis botas afelpadas y dejé mi cabello chino suelto para que se secara. Lo cepillé un poco, para que no se hicieran nudos. Lave mis dientes, y bajé a la cocina. Al llegar, me dirigí al refrigerador para ver que podía prepararle a Rubén para desayunar. Al final, terminé preparando Pan Francés. Lo miré en una revista de recetas que Rubén tenía en una mesa de la cocina. Al terminar puse un poco de jugo de naranja en un vaso y puse el desayuno y el jugo en una charola. Comencé a subir las escaleras un poco lento, para no liarla. Caminé hasta la puerta de la habitación y la abrí, empujándola. Entré y reí al ver a Rubén aun durmiendo en la cama. Puse la charola en la mesita de noche y me acerqué a Rubén para despertarlo.
-Rubén…despierta-susurré, moviendo su hombro con un poco de fuerza-Vamos, te he traído el desayuno-lo miré abrir un ojo y sonreí. Me sonrió de vuelta.
-Veo que te has levantado antes que yo-Me dijo, sentándose sobre la cama y tallando sus ojos- ¿Sabes qué día es hoy?-Me preguntó mirando el desayuno que estaba descansando sobre la mesa.
-No-lo miré extrañada-¿Qué día es?
-Domingo.
-Ah, vale-sonreí y le acerqué el desayuno-Vamos, ¿Quieres un poco?
Asintió y tomo los cubiertos. Comenzó a comer y yo me acosté boca abajo mirando como comía. Rubén me contaba unos chistes y yo me reía. De pronto entró el tema de la pesadilla.
-Oye… Anoche... ¿Tuviste una pesadilla?-preguntó de pronto, cuando ya había terminado su desayuno. Puso las cosas sobre la mesa de noche y se acercó un poco a mí.
-Eh… Si-Tomé aire y sentí un nudo en la garganta. Mordí mi labio mientras sentía que me miraba, como esperando respuesta- Pero solo fue una pesadilla.
-Lloraste
¿Ahora que le decía? Gracias al tema me acordé del rostro de la mujer de mi pesadilla, la rubia de ojos azules que me hizo gritar en mi sueño. Aquella mujer que no sabía quién era.
-Nunca habías llorado así-Me dijo de pronto y lo miré- Asustada.
-Supongo que no estoy acostumbrada-susurré y miré hacia la ventana. A pesar de que el cielo estuviese un poco nublado, podían colarse unos rayos del sol hogareños. Suspiré y me acosté, bostezando nuevamente-Creo que no me vendría mal descansar un rato más.
-Vale, yo me iré a duchar-Se acercó a mí, besó mi mejilla y se metió en el baño con una toalla colgando de su brazo.
Tomé su almohada y la abracé, aspirando su olor. Cerré los ojos, sonreí y me tapé con la sabana y cuando menos lo pensé ya dormía tranquilamente sobre la cama, abrazada a la almohada de Rubén.
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Más Allá (ElRubius fanfiction, EN EDICIÓN)
أدب الهواةAnna Holmes no es una chica normal. La persigue la CIA, luego de haber trabajado para ellos y sus sucios planes, y hay una entidad conectada a ella, desde un extraño incidente que ocurrió hace tiempo, el cual no recuerda. Una temporada en su lugar n...