Capítulo 41: Sin Hogar

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Cambios. Son tan necesarios los cambios. En ocasiones  son dolorosos, pero es lo que una persona debe hacer, si no, ¿Qué sentido tiene vivir? Las calles heladas y el clima frío de San Francisco me helaba el cuerpo, ¿Es que siempre iba a los lugares con más frío? Caminaba por las calles, solitaria. No tenía ningún medio de comunicación, nada con que poder comunicarme con mis amigos, con mi familia. Y prefería estar así. Encima de que la CIA me buscaría para acabar con mi loca y patética vida, las entidades como Aiden me buscarían tarde o temprano. Y que mejor día querían, que no fuera hoy.

    Mientras caminaba por una calle, escuchaba sonidos, gritos, voces susurrantes, que me ahogaban en un aire asfixiante y lleno de tensión, la respiración se entrecortaba y se me dificultaba caminar un poco. Las entidades comenzaban a asfixiarme y eran demasiados, obviamente rebasando a Aiden notablemente, El diminuto callejón estaba alejado de las personas, y yo lo único que hacía era dirigirme a un hotel, luego de haber llegado del aeropuerto. Me dejé caer en el suelo del callejón, sintiendo como mis ojos se cerraban, y como poco a poco el aire me hacía falta.

    Y entonces ya no sentí nada, sentí que morí. Sentí que todas mis fuerzas se habían esfumado de mi cuerpo, como si me hubieran arrancado de pronto la vida en un segundo. Estaba todo oscuro, y a lo lejos, una pantalla con estática, ¿Qué demonios? ¿Aiden que es esto? ¿Acaso estoy muerta?  Era como un sueño, cada vez me acercaba más a la pantalla y entonces se puso todo negro, una mujer comenzaba a gritar, en labor de parto y luego, una rubia de ojos azules se aferraba de las enfermeras que se encontraban a sus lados y de pronto sale un bebé, una niña y ella exclama ‘‘¡Déjenme ver a mi bebé!’’ pero sus suplicas son inútiles, ella comienza a luchar contra su propia voluntad, pero los médicos la sedan y justo antes de que ella se quede dormida susurra unas palabras ‘‘Déjenme ver a mi pequeña’’.

    Un segundo, ¿Por qué Aiden me pondría algo así? ¿Es que acaso yo soy ese bebé? ¿Y es que acaso esa mujer es mi madre? Mi madre… Y entonces es cuando recuerdo, la mujer de mi sueño, aquella mujer que apareció en mis sueños, era ella, pero, ¿Por qué la soñé de esa forma?

    Mis preguntas no fueron contestadas, cuando desperté, estaba en una habitación de un hospital, el típico olor a enfermo me hacía sentir pésima. Siempre había odiado los hospitales, desde siempre  y no había nada que fuera a cambiarlo. Miré a mí alrededor y estaba sola, desde aquel momento en el que me fui, sin decir adiós. Segundos después entró un hombre por la puerta, de estatura media, grande, como de unos 30 años, cabello castaño y ojos miel. Se sentó al lado de mí y lo miré frunciendo el ceño.

-Hey, creí que nunca despertarías. Bienvenida al mundo de los vivos-Se rio, haciendo lucir sus dientes blancos. Yo aún no podía creer quien era él y que hacía aquí.

-¿Quién eres?-Era lo único que quería saber en ese momento.

-Soy Steve.

-¿Steve?-Alcé una ceja y luego lo miré asentir-¿Y qué haces aquí?

-Te encontré casi muriendo en un callejón, estabas muy mal, así que te traje a un hospital-Se acomodó en el asiento mientras me miraba-¿Qué hacías ahí?

Permanecí en silencio unos segundos, no es que le tuviera la suficiente confianza, es un completo desconocido para mí y no iba a serle sincera a un desconocido.

-No lo recuerdo…

-¿Así que no lo recuerdas?-Me miró y se levantó de la silla-Lucías muy mal, ¿Te escondes de alguien?

Permanecí aún en silencio, no quería hablar con él, no quería decir nada. Pero sabía que de alguna manera tendría que hablar y que no iba a poder estar todo el rato callada. Me acomodé en la cama, sentándome un poco.

Más Allá (ElRubius fanfiction, EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora