En la mañana desperté. Tenía un inmenso dolor de cabeza. Abrí los ojos y Rubén no estaba por ningún lado en la habitación. Supuse que se estaba duchando o tal vez preparando el desayuno. Me estiré, levantando un poco la blusa con la que había dormido. Bostecé. De pronto sonó como una canción. La melodía me sonaba muy conocida. Busqué entre las cobijas, dejándome llevar por el sonido. Me encontré con un aparato, un celular. Presioné un botón y salió una foto de Rubén y mía, estábamos abrazados. Sonreí y miré la hora, 8:45 am. La música desapareció en cuanto presioné el botón. Dejé el celular y me levanté. De pronto, entró Rubén en la habitación. Miré como él se me quedaba mirando, bajé mi vista y me di cuenta que traía la parte de abajo descubierta. Me ruboricé y me volví a sentar en la cama rápidamente.
-Buenos días, veo que me has ganado-Sonrió y se acercó a la cama con una charola con comida. Le correspondí a la sonrisa y me asomé un poco, para ver lo que tenía la charola.
-¿Tú has cocinado?-susurré alzando una ceja. El asintió y se sentó frente a mí, poniendo la charola sobre la cama. Miré lo que había. Huevos estrellados con dos salchichas al lado y papas fritas. En un vaso había un poco de jugo de naranja- Se ve delicioso
-Y lo está, sin presumir-Ambos reímos y tomé los cubiertos, para probar lo que él había cocinado.
Mientras yo comía y disfrutaba, el me miraba con una gran sonrisa. Escondió un cabello rebelde detrás de mí oreja y me ruboricé nuevamente. Poco a poco el plato y el vaso se quedaban vacíos mientras él me contaba anécdotas graciosas sobre él y Mangel, ósea Miguel Ángel. Yo no paraba de reír y al parecer a él le gustaba y le hacía felicidad.
-Dime, ¿Él vendrá?-le pregunté, terminando de comer. Puse los cubiertos sobre el plato.
-Probablemente. Viene muy a menudo
-Bueno, pues me voy a bañar-me levanté de la cama y corrí hacía el baño. Me encerré y reí para mis adentros.
Estuve durante un rato dentro de la ducha, pensando en muchas cosas. Pensando en que debía hacer. ¿Por qué me había pasado esto a mí? ¿Por qué tenía que haber sido yo? ¿Por qué a mí? Miles de preguntas como esas inundaban mi cabeza y me agobiaban. Cuando por fin salí, Rubén no estaba. Suspiré aliviada y caminé hacía un armario. Lo abrí y había ropa de mujer. Comencé a buscar entre las prendas, algún conjunto que pudiera gustarme y fuera cómodo para el clima tan frío que había. Encontré entre toda la ropa un suéter blanco y unos vaqueros oscuros. Me puse mis botas color camello. Arreglé mi cabello, lo sequé y lo dejé suelto, chino. Me miré en el espejo y me puse un gorro muy mono y una bufanda. Salí de la habitación y cuando abrí, choqué con él.
-Hey, que linda estás-me dijo y se detuvo para contemplarme.
-Gracias- me ruboricé y traté de esconderme en mi cabello chino-¿Has hablado con Mangel?
-Sí, viene en un rato-me sonrió y comencé a caminar hacía las escaleras. Sentí que él me seguía. Bajé las escaleras y escuché el timbre-Yo voy
Corrí a la puerta y arreglé un poco mi cabello. Abrí la puerta y miré un chico en la entrada. Traía un ramo de rosas rojas, se veían preciosas. El chico me abrazó con fuerza y yo no supe cómo reaccionar.
-Anna, Que gusto volver a ver a la chica de Rubén-me susurró y se separó entregándome el ramo de rosas en mis manos.
Lo tomé y lo miré. Fruncí el ceño, tratando de reconocer su rostro, sonreí. Como podía olvidar aquel rostro. Mangel, el mismo en persona. Sonreí y lo volví a abrazar. Ahora él era el sorprendido.
-Hola Mangel, como olvidarte-me volví a separar y él sonrió. Volteé y miré a aquel chico alto de ojos verdes mirarnos. Me ruboricé y el rió.
-Mucho amor, pero Mangel, ella es mía-susurró haciendo puchero. Se acercó a mi y tomó las rosas-¡Vaya! ¿Qué son para mí?-lo miré frunciendo el ceño.
-No, idiota. Son para tu chica, Cheeto y yo las hemos comprado para ella-dijo y lo miré rápidamente, ¿Cheeto? Nombre extraño para una persona. Anna, estoy aquí. Ten mucho cuidado, no me dan buena pinta. Rodeé los ojos y caminé dentro de la casa, mientras ellos se quedaban charlando en la entrada.
Caminé a la cocina y me acerqué al refrigerador. Lo abrí y saqué un jugo de naranja, lo abrí y comencé a tomar de la lata. Extraño, pero existían las latas de jugo de naranja, deliciosas como ellas solas. De pronto, sentí unos brazos rodearme la cintura, me estremecí, dejando caer la lata de jugo de mis manos. Cerré los ojos con fuerza, escuchando el sonido del aluminio golpear en el suelo. Anna, si eres tonta.
-Culpa mía-susurré agachándome y juntando la lata. Me giré y estaba el, Rubén, mirando con una extraña sonrisa y la ceja levantada.
-Hola-tomó la lata y la tiró en el cesto. Tomó mi mano y me llevó al comedor, dónde Mangel y otro chico estaban sentados, ¿A qué hora había llegado el otro chico?
Rubén se sentó y yo me senté a su lado. Miré a Mangel y luego al chico misterioso. Tenía el cabello corto, negro y chino, como el mio. Sonreí y me di cuenta que tenía un barba negro. Sonreía mientras me miraba y no me había dado cuenta que estiraba su mano hacía mí, hasta que sentí a Rubén golpear mi hombro, haciéndome mirar hacia abajo.
-Eh, Anna, ¿No sabes quién soy?-Negué tímidamente mientras escuchaba como estallaba en risas- Soy Cheeto tonta, lo ha dicho Mangel.
-Vale, Cheeto-me sentía un poco incomoda mientras tomaba su mano, era un poco extraña. Sonreí, para no parecer tan cortante. Cheeto desvió su mirada hacía Rubén, que hablaba con Mangel.
Me sentía realmente incomoda, quería salir, pero para mi desgracia sonó nuevamente el timbre y Rubén fue a atender, así que me quede sola con esos dos chicos.
-Y Anna, ¿Qué has hecho?-me preguntó Mangel, tratando de hacer un tema de conversación entre los tres.
Joder, ¿ahora que hago? Aiden ayúdame. No tenía ni idea de que contestarles. No recordaba nada de lo que había hecho. No supe donde estuve todo este tiempo. Diles que estuviste en Estados Unidos, escuché la voz de Aiden, asentí levemente.
-Estuve en Estados Unidos-les dije, siguiendo la orden de Aiden.
Para mi suerte, Rubén entró, y me alegré, ya que no habían más preguntas que me hicieran. Oh oh, detrás de Rubén venían tres chicos, uno alto no tanto como Rubén, uno mediano y otro más chaparro. Rubén se sentó a mi lado y yo lo miré extrañada.
-¿No te acuerdas de Samuel, ni de Alex? ¿O de Guillermo tal vez?-me preguntó Rubén. Rápidamente negué y miré a los tres chicos, sentarse en el comedor. El chico alto quedó al lado de mí, me sonrió y tuve que corresponderle.
-Soy Samuel-me sonrió. Asentí- Es raro que no me recuerdes ya que… Soy tu mejor amigo.
Me quedé callada, dios, ¿Ahora que hacía?. El chico mediano llamó mi atención, haciéndome señas.
-¿Y tú?-Lo miré y el sonrió aún más que Samuel.
-Guillermo, pero me dicen Guille ya que creaste el apodo.
Me ruboricé, ¿Cómo no recordaba a estos chicos? ¡Eran lo máximo! Sentí la presencia de Aiden a mi lado, cerré los ojos y suspiré.
-¿Estas bien?-La voz de mi lado derecho me hizo salir de mis pensamientos, Samuel. Asentí sonriendo y miré al último chico. Un poco tímido, tal vez.
-¿Cómo te llamas?-le pregunté.
-¿Qué? ¿Ahora no sabes mi nombre?-Me preguntó cortante. Fruncí el ceño.
-La verdad no te recuerd…..
-¡Claro! ¡No me recuerdas! ¿Para qué? ¿A quién le importa una mierda? -negó y miré a Rubén, asustada.
-Alex, déjala, ¡No sabes lo que le pasó!-dijo el, protegiéndome de las acusaciones de Alex.
-Me importa un carajo, ¿Sabes? No comprendo por qué vine-dijo enojado y se recargó en la silla, empujándola.
Me levanté de la silla y salí al patio. Me senté en la nieve y después me acosté, ¿Qué pasaba con él? No quería ni pensarlo. Cerré los ojos y sentí a Aiden, queriendo hacerle algo a Alex.
-¡Aiden! ¡No!-dije casi gritando. Por suerte, los chicos no me escucharon.
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Más Allá (ElRubius fanfiction, EN EDICIÓN)
FanfictionAnna Holmes no es una chica normal. La persigue la CIA, luego de haber trabajado para ellos y sus sucios planes, y hay una entidad conectada a ella, desde un extraño incidente que ocurrió hace tiempo, el cual no recuerda. Una temporada en su lugar n...