Capitulo 1: Nieve Agridulce

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—Joder. —murmuró suavemente, rompiendo el silencio en aquella solitaria calle.

Sus manos no llevaban protección y se le dificultaba claramente el articular los dedos. Como pudo,  Anna se incorporó y trató de gatear por el suelo, sintiendo el frio tan peculiar que hacía en Oxford empapar sus fríos manos, las cuales apenas podían mantenerla separada de la nieve, al igual que sus piernas, que temblaban gracias a la fría cama de nieve en la que había estado recostada. Escuchó el gruñido del motor de un coche y suspiró aliviada, esperando que aquel desconocido pudiese llevarla al hogar de sus padres y poder calmar su frío, bebiendo una taza de chocolate caliente. 

Debido al accidente, lo único que Anna podía recordar era su nombre, a sus padres, y la dirección de la casa de los mayores.  Suponía que la gravedad del accidente había sido tal, pues no podía recordar nada más que eso. No sabía si tenía amigos, una casa o una pareja siquiera. La castaña gruñó por lo bajo cuando, entre sus pensamientos, el auto le pasó por al lado, las luces de los faros de aquel 2007 Altima negro iluminaban el camino, pintando la nieve de un rojo brillante y profundo. 

La soledad se acercaba, conforme el coche se retiraba. En su oído, una voz interna le susurraba. Una voz masculina de la que no sabía mucho, sólo el sentimiento de que le conocía de hace mucho tiempo, hablándole como si se tratase de una persona completamente diferente, ajena a ella. Pero jamás le había visto. Aaron, el nombre que la entidad que parecía estar conectada a ella era el autor de la voz que en ese momento se quejaba de la situación, haciéndole entender que se quedarían ahí solos. Pero rápidamente sus pensamientos que se estaban enfocando en esa voz se vieron disipados cuando, un golpe de realidad le hizo ver que el coche se había detenido frente a ella y tras la ventana, observó a alguien que parecía analizarla. Anna logró ponerse de pie, arrastrando los pies y se acercó a la puerta del copiloto, observando a la persona dentro del vehículo.

—Oye, ¿te subes o te quedas ahí? —Preguntó una chica. Sus cabellos, de un carismático rubio, estaban peinados en una coleta desordenada. La ajena, le miró con un semblante divertido desde el interior del vehículo. 

Anna asintió, temblando de frío, sintiendo como poco a poco su cuerpo se congelaba. La chica del auto abrió la puerta, empujándola hacia enfrente para que la castaña pudiera ingresar y después de incorporarse, cerró con un poco de fuerza la puerta del coche, tosiendo. Maldijo en voz baja, pensando que gracias a aquello se enfermaría. Y no estaba tan equivocada, estaba segura de que había pasado horas enterrada en una montaña de nieve, en un lugar donde nadie la hubiese podido encontrar. 

Una vez dentro, observó el auto; limpio y con un olor a nuevo que le resultaba placentero. En el espejo retrovisor, colgaban unos divertidos dardos de peluche y un pequeño retrato de ángel, con la imagen de un bebé. Volvió a mirar a la extraña rubia que la había rescatado de su pronta muerte y le miró un poco confundida. No había dejado de sonreír desde que había subido, preguntándose de pronto si la conocía o si en algún momento le dolería la mandíbula de tanto sonreír. Ignorando un poco a la chica, buscó calor con sus manos, frotándolas y soplándolas. La extraña en respuesta, encendió la calefacción rápidamente y en cuestión de momentos se sintió mucho más cómoda. 

—Gracias. —Titubeó Anna, con una pequeña sonrisa. 

— Estás toda mojada —comentó la ajena, tocando una de sus manos. — y congelada. ¿Cuánto tiempo llevabas en la calle? —preguntó curiosa.

—No lo sé. —tartamudeó. Anna colocó sus manos sobre el conducto de aire caliente y al detenerse el auto en un semáforo en rojo, se miraron de nuevo. La desconocida aún sonriendo. 

—Mi nombre es Lara Rogers.  —preguntó, con un tono de voz bastante angelical, diferente a la primera voz escandalosa cuando le ofreció subir.

—Soy Anna. Holmes. —dijo sin separar sus manos del aire. Esperó a entrar en calor para volver a hablar. —Necesito ir a casa de mi padre. Es profesor en la Universidad de Oxford. Se llama Nathan, ¿Sabes como puedo llegar a la 55 en Denmark Street? —Finalmente consiguió decir sin tartamudear.

Más Allá (ElRubius fanfiction, EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora