Capítulo 3.

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REESE.

Me abrazo a mi misma encima de la cama. Hace rato que colgué la llamada de mi padre, así que no tardará en venir. Sinceramente, antes de enterarme de que lo del foco había sido planeado, lo primero que pensé fue que la carta era un tipo de broma, pero ahora debo de reconocer que tengo miedo. Oigo unos pasos subir las escaleras a toda velocidad y me levanto de la cama para coger el bate de béisbol que tenía guardado en el armario y que dejé ahí por si algún día tenía que defenderme.

-¡Tengo un bate de béisbol en la mano y no me da miedo usarlo! -grito poniéndome en posición de ataque.

-¡Reese! ¡Reese cariño, soy yo! ¡Soy papá!

Suspiro aliviada y tiro el bate de béisbol al suelo, apresurándome en abrir la puerta. Nada más verle, me lanzo a sus brazos y le doy un abrazo. Siento sus brazos envolverme e instantáneamente ya me siento más tranquila.

-¿Estás bien? -asiento con la cabeza y suelto el aire retenido.

-No entiendo nada. -comento pasándome las manos por el pelo.- ¿Quién iba a querer hacerme daño? ¡No le he hecho nada a nadie!

-La policía lo está investigando. -dice mi padre ajustándose las gafas.

No sé cómo he pasado de estar cumpliendo mi sueño de bailar en frente de tantas personas a estar perseguida por alguien que quiere hacerme daño.

-Mira esto. -digo cogiendo la carta del suelo. Él la lee.

Me siento mal por mi padre. Siento que solo le doy problemas. Él tiene tres trabajos para que yo pueda obtener todo lo que deseo y pagarme unos buenos estudios en un futuro, y sin embargo yo, siento que no hago nada por él. Desde que murió mamá está muy solo, la casa es muy grande para dos personas y a penas nos vemos. Yo porque estoy ocupada estudiando o saliendo con mis amigas y él con los asuntos en el comité de abogados y la organización del instituto.

-Llamaré a una patrulla. -comenta buscando el móvil.

-¿Y después que pasará? ¿Que pasa si no encuentran huellas? -pregunto angustiada.- No quiero tener que vivir el resto de mi vida con miedo.

-De hecho, ya tengo una posible solución.

-¿Cual? -pregunto frunciendo el ceño.

-Yo. -murmura una voz a mis espaldas.

Es una voz ronca y suave, de esas que hacen que tus pelos se pongan en punta y te den escalofríos.

Me giro. És el chico de hoy. Con el que me tropecé en el pasillo. Está apoyado en el marco de la puerta de mi habitación y me observa con una expresión algo seductora (o quizás son imaginaciones mías).

Mi padre debe de ver la cara de confusión que tengo, ya que interviene.

-Él es Eros, tu nuevo guardaespaldas. -vale, ahora sí que estoy flipando.- Disculpadme un momento, tengo que atender a la llamada. -dice saliendo al pasillo un momento para hablar con la policía y dejándonos solos.

-Bonito cuarto. -comenta entrando de brazos cruzados y observando los alrededores. Sus pasos resuenan contra el suelo de madera y yo me quedo estática.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora