Capítulo 46.

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EROS.

Reese y yo no sólo tenemos la mala suerte de que nuestras dos acciones importantes con repercusión en el futuro ocurran el mismo día. Sino que hoy, el primer viernes de junio, era el día más caluroso de Miami Beach en años, y eso que ni si quiera estamos en julio. Y realmente tiene que serlo para que lo diga un chico que se ha pasado su vida encerrado en un lugar donde ni si quiera corría el aire.

Porque si, dentro de la mansión se está de puta madre, pero sigo preguntándome como no se ha secado el agua de la piscina y se han derretido los coches que están en la calle. Es un jodido infierno.

-¿Han comprobado los focos? -le pregunto a Bruce.

-Es lo primero que han hecho.

-¿Y el subsuelo del escenario? Que miren ahí abajo, el anónimo se puede esconder ahí.

-Sí, Eros, también lo han comprobado.

-¿Y han vigilado que no hayan francotiradores en la parte de arriba del teatro...?

-Eros, he contratado a seis guardaespaldas profesionales, tengo un guarda en cada posible salida del establecimiento y hay un detector de metales en la entrada. Está todo controlado. -me interrumpe.

Asiento con el semblante serio mientras veo a Reese beber agua en la cocina. Lleva puesto un vestuario de la ostia, una camiseta blanca de tirantes finos y un tutú blanco con medias blancas, diferente al típico rosa que suele llevar para ensayar. Su pelo está recogido en un moño alto perfectamente peinado y Lily la ha maquillado con sombras negras. Está preciosa.

Y joder, estoy a punto de mandar a tomar por culo la beca e ir a ver el jodido espectáculo de mi prometida.

-Eros, tenemos que irnos ya. -habla Diego desde la puerta. Por suerte ya llevo puesto el vestuario deportivo, porque con lo justo que voy de tiempo dudo que me diera tiempo a cambiarme allí.

-Espera. -le digo caminando hacia la cocina.

Interrumpo la conversación de Reese y Lily para plantarme enfrente de Russell y darle la mano.

-Mucha suerte en tu espectáculo, Russell. -digo estrechándosela. Y no, no es porque sea subnormal, es porque su padre nos está mirando y no quiero levantar sospechas.

Pero parece que a Reese le da igual y me rodea el cuello con sus brazos, abrazándome.

-Mucha suerte en tu partido, Douglas. -me susurra antes de separarnos. Sus ojos me miran con brillo y sonríe.

Vale, si no me voy ahora mismo tendremos un grave problema.

-¡Adiós Bruce! -me despido antes salir por la puerta y subirme al coche, oyendo un "suerte" por su parte desde el interior de la casa. Simon está en el asiento de atrás y Diego conduce.

Lo primero que hago es poner el aire acondicionado.

-¿Estás preparado hermano? -me pregunta Diego arrancando y poniendo una mano en mi hombro.

-Lo estoy. -asiento.

(...)

El público nos anima de forma frenética, gritando el nombre del equipo por todo lo alto. A pesar de que aún hay luz solar, los grandes focos de luz del campo nos iluminan, creando un ambiente más tenso.

Todos estamos reunidos en la pista, con los uniformes puestos y el casco en la mano.

Miro a Justin McGray, el cual aún tiene la nariz rota. Solo le han dejado jugar porque en este partido todos competimos por una misma cosa: la beca deportiva. Para muchos de nosotros, incluyéndome a mi, esta es nuestra única oportunidad de tener un futuro, y para muchos otros, como Justin, tan solo la quieren para que la universidad les salga gratis, aunque tengan el suficiente dinero como para pagarla. Pero la vida es injusta, así que voy a tener que dar todo lo mejor de mí para poder conseguirla.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora