EROS.
Un día te están haciendo una mamada y al momento siguiente estás arrestado por la policía. Así es la vida.
Sonrío de medio lado. Me duele el labio como la ostia, sé que está saliendo sangre de este porque veo las pequeñas gotas rojas resbalar por mi barbilla y caer en mi pantalón, manchándolo de rojo oscuro. Me han pegado cuando he intentado zafarme de ellos y seguramente me lo hayan partido. Debería de estar jodido. Y lo estoy. Por dentro estoy cabreado. Enfurecido. Tengo ganas de hacer otra jodida lista de la venganza y apuntar todos y cada uno de sus nombres en un cuaderno para que paguen por lo tan capullos que están siendo. Pero respiro hondo y sonrío, porque sé que eso, les jode más.
-Tu abogado está de camino. -habla el policía que al parecer va a interrogarme.
-Chúpame la polla.
Me inclino hacia atrás, apoyándome en el respaldo de la silla. Me duelen las muñecas y si sigue saliendo sangre de mis labios acabaré por desangrarme.
El caso es que Bruce Russell es abogado. Es su trabajo principal junto a rector del reformatorio y director de la escuela. ¿Por qué mierdas no me defiende Bruce? Me conoce, sabe que jamás le haría daño a su hija. Sabe que yo no soy el puto anónimo. Me vio salvando a Reese de los focos. Sabe que salvé su vida en la explosión del coche. Sabe que le partí la cara a Justin McGray cuando él y Ariadna Taylor publicaron ese vídeo sobre ella en el baile de primavera. Simplemente no lo entiendo. Yo no debería de estar aquí.
-Ya me culparon una vez de algo que yo no hice. ¿Vais a hacerlo otra vez? -pregunto inclinándome hacia delante.
El agente me mira pero no contesta. No parece muy viejo, estará al rededor de los treinta, pero ya está medio calvo. Lleva una tarjeta de identificación alrededor del cuello, encima de su camisa azul oscuro. Lleva pistola, no la muestra pero se ve en la cinturilla de su pantalón. No se fía de mi.
La puerta de la sala de interrogatorios se abre y aparece un hombre con traje y un maletín. Se presenta como mi abogado y se sienta al otro lado de la mesa, a hablar conmigo sobre mi caso. Me dice que de momento no van a reabrir el caso del asesinato de mi familia, pero que si me culpan definitivamente por ser el anónimo, podrían hacerlo para ingresarme en la cárcel más años. Aunque claro, según él tengo muchos hechos a mi favor que han sido verificados por varios testigos, entre ellos Bruce y Reese Russell, los cuales están apoyándome.
Llevo un día sin ver a Reese. Nada más me trajeron me encerraron en un calabozo porque aún no iban a interrogarme. He tenido que dormir en un puto banco de metal y esta mañana me han despertado para ponerme las esposas y llevarme a la sala de interrogatorios. Lo primero que he hecho ha sido preguntar por Bruce y por Reese, pero nadie me decía nada. Intenté soltarme, y me pegaron. Según ellos ha sido en defensa propia, así que no tengo derecho a quejarme.
-Comencemos. -habla el agente sentándose en frente de mi. El abogado está sentado a mi lado, con varios informes.- Eros Douglas. También conocido como la Leyenda. -revisa varios papeles y después me mira.- Más de ciento cincuenta casas de acogida, expulsado de todos los reformatorios del país, delitos de varios grados siendo tan solo un niño...Parece que llevas siendo un criminal desde pequeño... ¡que historial más sucio! No me extraña que seas una jodida leyenda. -exclama dejando los folios sobre la mesa.
El abogado me mira de reojo. Yo ruedo los ojos. Superadlo ya.
-Bien, se te acusa de haber ocultado tu identidad bajo un anonimato, amenazando y causando varios intentos de homicidio a Reese Russell, hija del millonario Bruce Russell. Eres la única persona que ha vivido con ellos durante este tiempo, con total acceso a la casa, tus huellas están en una pistola a nombre de Bruce Russell y casualmente los ataques anónimos comenzaron el mismo día en el que tú saliste del reformatorio de Miami y fuiste contratado por el señor Russell. Además en varias ocasiones Reese ha recibido amenazas cuando tú y ella estabais solos, ¿coincidencia?
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Mala influencia®
Teen FictionYA EN FÍSICO. La irresistible tentación está ahí: para los dos. En medio de todo el desastre, tuvimos que encontrarnos. Lo intentaría, pero no podría odiarte, porque un día, sin avisar, me salvaste. Y esas son de las cosas que nunca se olvidan. Y es...