Capítulo 53.

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EROS.

Salgo de la mansión y escupo sangre en el suelo, justo delante de la puerta.

Puto Bruce.

¿Quiere llamar a la policía? Pues adelante, que llame a quien le salga de los huevos. ¿Qué coño les va a decir? ¿Arréstenlo, porque se ha enamorado de mi hija? No sabía que ahora la gente podía entrar a la cárcel por eso, pero si es cierto me esperan muchos años metido ahí dentro, seguramente junto a los osos amorosos y Micky Mouse.

Cierro la puerta del coche de un portazo y miro mi reflejo en el espejo retrovisor antes de arrancar y salir por la puerta sin esperar a que se abra del todo, arañando el auto con las verjas de metal. Tengo la mejilla con un rasguño que no tardará en sangrar, además de sangre goteando por mi labio y unas ojeras malva que decoran la parte inferior de mis ojos.

Solo hay un solo lugar donde puedo ir ahora. Solo hay una persona que puede acogerme en su casa ahora mismo como ya lo ha hecho otras tantas veces, así que me dirijo hacia allí saltándome todos los semáforos y esquivando a los coches que van más lentos que yo, pisando a fondo el acelerador. Si voy a ir a la cárcel igualmente ¿que importan unos añitos de más?

Aparco en la puerta de mala manera y me apresuro en subir las escaleras del edificio para tocar repetitivamente a la puerta con los nudillos.

Peyton abre la puerta y abre los ojos con sorpresa.

-Estás sangrando. -dice cogiéndome del brazo para que entre dentro de su piso.- ¿Que ha pasado? -pregunta yéndose hacia el pasillo, supongo que para coger el botiquín.

-El puño de Bruce Russell por mi cara.

-¿El padre de Reese? -pregunta apareciendo otra vez con el botiquín en la mano y haciendo que me siente en el sofá. Después se sienta a mi lado y abre el botiquín.

-Si. Nos ha pillado besándonos en el salón.

-Dios mío, sois unos irresponsables. -dice mojando alcohol en un algodón para después pasarlo por mi mejilla. Escuece un poco pero no me duele.

-Pensaba que eso ya estaba claro.

-¿Y que piensas hacer ahora?

-Va a llamar a la policía. No se qué mierdas les va a decir, o que va a hacer, pero seguramente yo acabe en la cárcel, para el resto de mi puta vida. -murmuro echando mi cabeza hacia atrás.- Pensaba que nunca volvería a estar encerrado pero parece que el reformatorio no fue suficiente.

-No voy a dejar que eso pase. -murmura con el ceño fruncido.

-¿Y que pretendes hacer? Porque que yo sepa no puedo hacer nada para evitarlo.

-Sí puedes. -contesta decidida.- Puedes fugarte. Conmigo.

-¿Lo dices enserio? -pregunto incorporándome. A ver, es mejor idea que ir a la cárcel, pero también significa estar separado de Reese, y no se si podría soportarlo.- No puedo pedirte eso. -murmuro como respuesta.

-No me lo estas pidiendo, soy yo la que lo hace. Yo aquí no tengo nada que hacer. Solo os tengo a ti y a Diego, y desde que Lucas murió este piso se me ha quedado muy grande para mi sola. Cada maldita esquina me recuerda a él, y mi trabajo como camarera tampoco es algo de lo que pueda presumir.

-¿Y a donde iremos? -pregunto intentando decidir si esto es una buena idea.

-Podemos ir a Los Ángeles por una temporada, serán unos dos días en coche y allí también hay playa, casi no notaremos la diferencia.

Sonrío.

-Siempre he querido ir a Los Ángeles.

-¿Eso es un si, leyenda?

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora