Capítulo 47.

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REESE.

Estoy nerviosísima y las manos me sudan, cosa que no es muy normal porque yo normalmente no sudo. Qué raro, ¿les pasará algo a mis glándulas sudoríparas?

Reese, ¿que haces pensando en eso? Concéntrate mierda.

-Cariño, si sigues moviéndote tanto de un lado para otro vas a estar cansada cuando tengas que bailar.

-Lo sé. -digo deteniendo mis pies y limpiándome las manos en mis medias.- Es que estoy muy nerviosa. No quiero que nada salga mal.

-No te preocupes por eso, tú solo haz lo que sabes hacer y todo saldrá bien.

Respiro hondo. Me gustaría que estuviera aquí Eros. Sé que siempre me pone de los nervios, pero en situaciones así siento que cuando está él nada puede salir mal. Algo irónico ya que estando con él mi vida ha corrido peligro las veinticuatro horas de los siete días de la semana.

Al menos tengo conmigo a Lily, cosa que agradezco muchísimo ya que tanto Diego como Simon han acompañado a Eros a su partido.

-Papá, ¿puedes decirle a Lily que venga un momento?

Antes de que pueda contestar, la mujer que se encarga de la organización del teatro se acerca a mi.

-Reese Russell, sales en tres minutos. Espera a la señal que te dará Raquel y sal antes de que se abra el telón.

Asiento con la cabeza aunque no sé quién mierdas es Raquel.

-Lily no está aquí, me ha dicho que te dijera que iba un momento al baño.

Mierda. Estoy yo sola con mi padre, como la última vez que salí a un escenario yo sola y casi muero.

Y ahora ni si quiera está Eros para vigilar que no me caiga ningún foco. Al menos espero que a él le esté yendo todo bien. Sé que se merece esa beca, y se que puede conseguirla.

Miro al otro lado del escenario y veo a una chica haciéndome gestos con la mano para que salga.

Ya sé quién es Raquel.

-Buena suerte, mi pequeña. -me desea mi padre con brillo en los ojos dándome un beso en la mejilla. Está ilusionado, y no puedo decepcionarlo.

Vuelvo a respirar hondo y camino hasta posicionarme en medio del escenario.

Las luces se apagan y comienza a sonar la música. A continuación, el telón se abre y un foco de luz me ilumina.

Y empiezo a bailar.

Durante el tiempo que dura la obra, me siento yo misma, siento que estoy haciendo lo correcto. Mis pies se mueven solos por el escenario, acompañados por mis manos y por el ritmo de la música. Mis compañeros también lo hacen genial y cuando salen ellos me siento reconfortada. Pero cuando estoy yo sola... a pesar de que sé que toda la atención está centrada en mi, y eso solo hace que tenga más presión, también hace que consiga realizar mejor mis movimientos, sintiendo que el escenario es totalmente mío.

Cuando acabo de bailar, un silencio enorme se instala en la sala, ya que  de todos están mirándome. Y una vez la música acaba, lo primero que hago es mirar hacia arriba.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora