Capítulo 43.

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REESE.

-Lily, necesito las pastillas. -hablo seriamente.

-Lo sé, pero no sé como mierdas quieres que vaya a tu casa a estas horas. -habla por la otra línea.

-¿No puede traerte nadie?

-Que yo sepa todos los que me pueden llevar tienen cuatro ruedas y están fuera de servicio porque ya es tarde.

-Esto es una mierda, no puedo perder ni un minuto más.

-¿Ni si quiera un par de horas? Nos veremos mañana en el instituto.

-No puedo esperar más Lily, el riesgo de embarazo es mayor.

-Sois unos estúpidos irresponsables. -murmura molesta. Suspiro, se que tiene razón, pero ahora mismo no necesito reproches.- ¿Por que no vas tú misma a comprarlas? Seguro que hay alguna farmacia que esté abierta veinticuatro horas.

-Aún no tengo el carnet, ¿y como se lo explico a mi padre? No puedo simplemente desaparecer de repente cuando solo quedan seis horas para que suene mi despertador.

-Y Eros sigue sin aparecer, ¿verdad?

-Si. -contesto sintiendo una presión en el pecho.

Entre esto, la incertidumbre del casting para la obra de ballet, el anónimo y la desaparición de Eros, estoy teniendo un día horrible. En cuanto hemos llegado a casa, Eros ha cogido el deportivo y se ha marchado. Obviamente mi padre le ha dado permiso, pero debería de haber vuelto para cenar y aquí no hay nadie. No nos coge las llamadas, no contesta a los mensajes...

No sé que le han hecho ahí dentro. Ni qué le han dicho, pero no puedo evitar estar preocupada por él. Tan solo espero que esté bien, aunque eso no quita el echo de que no esté algo molesta por su repentina escapada sin ninguna explicación.

Pensaba que estábamos juntos en esto, que podíamos confiar el uno en el otro. Y espero no equivocarme.

-Pídele a Diego que te traiga.

-Eso te encantaría, ¿no? -digo formando una sonrisa, aunque eso ella no pueda verlo.

-Eh... no soy yo la que necesita las pastillas, amiga. -me replica.

Dos golpes suenan en la madera de mi puerta.

-Lily tengo que colgar, ahora te escribo. -murmuro antes de finalizar la llamada.- ¡Adelante!

Mi padre y Simon abren la puerta y pasan dentro de mi habitación. Simon sube a mi cama y me abraza. Lleva puesto su pijama azul de ositos. Está monísimo.

-¡Hola pequeño! -digo rodeándolo con el brazo y acariciando su pelo.

-¿Donde está Eros? -me pregunta con una mueca algo triste.- Lo echo de menos.

Mi padre y yo nos miramos. Llevo casi dos días sin verle. Y ahora que por fin puedo estar con él, desaparece.

-Volverá pronto. -le aseguro.

-Hemos venido porque Simon quería verte, mañana empieza su primer día en el colegio.

-¿Enserio? -le pregunto al pequeño rubio. Este asiente con una sonrisa.- Seguro que te encanta.

-Sí, y seguro que no querrás levantarte por la mañana si no te vas ya a dormir. -le reprocha mi padre.

-Es que no tengo sueño... -se queja este tumbándose en mi cama. Luego bosteza.

Me río y despeino su pelo.

-Decir mentiras está mal.

Simon ríe.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora