Capítulo 17.

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REESE

Las miradas de mi padre y de Eros se encuentran por encima de la mesa y vuelven a sus correspondientes platos. Yo evito no mirar mucho hacia arriba, no quiero que nadie note que he estado llorando. No quiero que me pregunten y no quiero hablar con nadie. No quiero ni comer, y eso ya es preocupante. Así que en su lugar remuevo la comida del plato hasta que la criada nos la retira.

-Reese, los sirvientes han puesto un colchón en la habitación de Eros. -dice mi padre de mala gana.- Y tú Eros, dormirás en tu cama, al otro extremo de la habitación. Voy a tener un vigilante en la puerta toda la noche, al mínimo ruido que oiga me lo comunicará. ¿Entendido?

Eros asiente con la cabeza, y en cuanto su mirada se posa sobre mi, yo la desvío.

-¿No puedo dormir en el sofá? O mejor, que duerma él en el sofá. -digo fingiendo una sonrisa.

-Necesitas vigilancia. -dice levantándose de la mesa.- Tengo que trabajar en unos asuntos, buenas noches.

Y sin darme tiempo a replicar, desaparece del comedor. No entiendo porque narices se comporta de ese modo, hace tan solo unos días era el mejor padre del mundo y ahora me da la sensación de que me odia. Además actúa de forma extraña todo el rato. ¿Donde esta mi padre y que han hecho con él? Suspiro e imito su acción, encaminándome escaleras arriba, y cómo no, seguida por Eros.

Primero, voy a mi cuarto intentando no pisar las herramientas que hay sobre el pavimento, pues la puerta aún no está puesta del todo. Cojo algo de ropa limpia y mi pijama y cuando estoy a punto de levantar la camiseta por encima de mi cabeza para cambiarme, se oye un carraspeo desde el umbral de la no-puerta que logra sobresaltarme. No pensaba que me seguiría hasta mi habitación.

-¿Que haces? -digo asustada. Eros me mira de forma profunda, las luces del pasillo brillan por arriba de su cabeza y crean sombras sobre su cara y hacen resaltar los músculos de sus brazos. Y su cicatriz en el brazo izquierdo, esa cicatriz sobre la cual siempre he querido preguntarle.

-Tu padre ha dicho....

No le doy tiempo a acabar. Ahora mismo lo que diga mi padre me trae sin cuidado.

-Vete. -le interrumpo.

-Russell...

-Vete, Eros. En cuanto me cambie voy a tu habitación. No me va a pasar nada.

-Como quieras. -dice serio antes de marcharse.

Cuando oigo cerrarse la puerta de su cuarto, me deshago de mi ropa antes de colocarme el pijama. Aunque la habitación esté a oscuras se ve todo perfectamente por la luz de los farolillos que entra por la ventana y la que hay por los pasillos. Desde aquí dentro se escucha cantar a los grillos que hay en el jardín y el movimiento del agua en la piscina. La cierro por seguridad pensando en lo incomoda que es mi situación con Eros. Creía que nuestro tira y afloja de constantes peleas no podía empeorar, pero sorprendentemente hemos conseguido hacerlo. Al menos podrían darnos un premio por ello.

Cepillo mis dientes y dejo cargando mi móvil antes de salir descalza al pasillo y parar estática frente a su puerta.

Estoy nerviosa. ¿Por qué narices estoy nerviosa? No debería de estarlo, es mi casa, no la suya, y al fin y al cabo solo voy a dormir, no tengo por qué hablar con el ni él tiene que darme ninguna explicación. Toco a la puerta y un "pasa" se escucha desde dentro. ¿Por que he tenido que tocar a la puerta? Eso ha sido demasiado amable.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora