Capítulo 22.

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EROS.

No entiendo cómo alguien puede gastar su tiempo en hacer una película de amor donde el protagonista muere. Enserio. Y no sé cómo puede gustarle a tanta gente. Si, según Reese es porque ese tal Leonardo DiCaprio estaba muy bueno, pero después de ver Titanic te entran ganas de suicidarte, no se puede negar. ¿Enserio? ¿Es que no cabían los dos encima de la puta tabla de madera? Ah no, claro, la tal Rose tenía que tener su espacio personal.

Apago la televisión algo frustrado por el final y descubro que Reese se ha quedado dormida encima de mi pecho. Noto su respiración junto a la mía y observo su pequeño cuerpo acurrucado y no puedo evitar sonreír. Es que joder, después de ver esta película cualquiera estaría sensible.

Intento incorporarme sin hacer mucho movimiento y me levanto del sofá, dejándola a ella en este. Parece tan pequeña y tan inocente que me pregunto porque narices alguien querría hacerle daño. Al fin y al cabo, ella no ha hecho nada malo. No se lo merece.

La cargo en brazos con cuidado de no despertarla y subo las escaleras al segundo piso. Es una suerte que Bruce llegue a casa tarde, porque sino ya estaríamos los dos muertos. Reese lleva sin salir de casa una semana por el pequeño incidente de la boda, excepto para ir al instituto, claro. Y yo cómo no, tengo que permanecer a su lado. Además tuvimos que contarle una historia nada creíble como explicación por estar metidos en el conducto de ventilación en el banquete de una boda. Así que en resumen, ha sido una semana de mierda en la que nos hemos pasado viendo películas y muriéndonos de ganas de ir a investigar lo de la pequeña nota del bolso de Ariadna. La cual me gustaría meter dentro de la película de Titanic y sustituirla por DiCaprio. Bueno, tan solo al final, sino sería muy raro.

Dejo a Reese en su cama con cuidado y le doy un sutil beso en la frente. Estoy incorporándome cuando una llamada en mi móvil hace que salga de la habitación contestando casi al primer tono para no despertarla.

-¿Quien es? -pregunto intentando no alzar mucho la voz.

-Eros. -es Payton.- Son Diego y Simon, se han escapado. Yo... no sé cómo me han encontrado, le dije a Diego que esperara a tu plan, pero... -un ruido interviene en la llamada y oigo algunas voces.

-¿Peyton? -preguntó alzando la voz más de lo que debería.

-Eh Douglas, soy yo. -habla Diego con la voz temblorosa.- Es muy urgente, Simon se muere.

Siento un nudo en la garganta que cada vez se va haciendo más grande. Apoyo mi espalda en la pared del pasillo y veo a Reese apoyada en el marco de la puerta mirándome mientras se frota un ojo con la parte superior de su muñeca. Mierda, la he despertado.

-¿Donde estáis? -pregunto pasándome la mano por el pelo.

-En casa de Peyton. Saben que la conocemos, la policía nos está buscando y no tardarán en venir. No quieren que Simon vaya al hospital porque entonces harán preguntas y se sabrá el mal estado del reformatorio. Podrían despedir a el señor Russell.

Reese frunce el ceño, dándome a entender que lo ha escuchado.

-No os mováis, enseguida voy hacia allí. -digo antes de colgar.

-¿Quién...?

-¡Mierda! -exclamo dándole un puñetazo a la pared e interrumpiendo a Reese. Siento rabia e impotencia. He pasado meses planificándolo todo meticulosamente para que todo saliera bien y Simon y Diego pudieran salir del país y tener la vida que merecen. Comenzar de cero. Hasta había estado ahorrando mi sueldo para poder pagar la rehabilitación de Simon. ¿Para que? ¿De que ha servido todo eso?

-¡Eros! -grita Reese acercándose a mí para cogerme el puño intentando detenerme.- ¿Que demonios haces?

-Tengo que irme. -contesto apretando los puños y la mandíbula mientras bajo las escaleras. No me gustaría pagar mi furia con ella, y no soy famoso justamente por mi paciencia.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora