Capítulo 9.

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REESE.

Tengo calor.

Me remuevo incomoda e intento quitarme lo que sea de encima sin mucho éxito. Estoy en una cama, pero no es la mía. Olfateo. La mía no huele así, no huele tan... masculina. Vuelvo a moverme, comenzando a sudar y a agobiarme y oigo un gemido leve de protesta a mis espaldas. Alguien me está abrazando, casi encima de mi. Me quedo helada. Hay unos brazos rodeándome con la suficiente fuerza como para mantenerme contra su cuerpo pero no con la suficiente para hacerme daño. Noto su pecho respirando contra mi espalda y su respiración suave y constante contra mi nuca. Y a pesar de todo, estamos tan encajados que no me atrevo ni a moverme.

Abro los ojos y en cuanto la luz me da en estos los vuelvo a cerrar por instinto. Un martilleo constante se hace hueco en mi cabeza junto a un pinchazo. Noto una angustia subir por mi garganta.

Me giro chocando con un rostro hermoso, con la boca entre abierta y los labios hinchados. Respirando tranquilamente, como un bebé. Tiene los ojos hinchados también y el pelo revuelto, y se remueve al notar mi inquietud. Me hace sonreír. Espera. ¿Por qué sonrío? ¿Por-por qué narices estoy aquí, en su cama? ¿Hemos dormido juntos? ¿Y si... y si hemos hecho algo...? Miro por debajo de las sabanas. No. No, no, no... no puede ser. Llevo tan solo la ropa interior y una camiseta que no es mía con el logo de alguna banda de rock. Es enorme y huele a él. Y Eros. Eros va en bóxers.

Aparto con brusquedad su brazo de encima de mí y me levanto de la cama. Tengo ganas de vomitar. No recuerdo nada de lo que pasó anoche. ¿Es posible que haya sido capaz de aprovecharse de mi? Sacudo la cabeza. No, el no es así. No haría una cosa así... ¿o si?

-Buenos días niña. -dice una voz ronca desde la cama.

-¿Que pasó anoche? -pregunto sin rodeos. No hace falta que me tape ya que la camiseta me tapa hasta la mitad del muslo.

Eros se despereza en la cama. Sus brazos se estiran y suelta un bostezo. Luego cruza los brazos por encima de su cabeza.

-¿No te acuerdas de nada? -contesta picaron. Niego con la cabeza, comenzando a morderme las uñas.- ¿Ni de... lo nuestro...?

Palidezco.

-¿Qué? ¿Tu-tú y yo...? -ahogo una exclamación.

Él se relame los labios. Siento que me falta el aire cuando oigo una sonora y ronca carcajada de su parte.

-No pasó nada.

Mis pulmones recuperan el oxígeno. Me paso las manos por el pelo.

-Eres un imbécil. Me has dado un susto. -vuelve a reír. Y me gustaría enfadarme, pero no puedo.

-Estabas muy borracha, te saqué de esa fiesta y te traje a casa. Vomitaste por el camino y cuando llegaste aquí también, así que tuve que sujetarte el pelo todo el rato y decidí cambiarte de ropa para que durmieras cómoda. -siento el color subir a mis mejillas, no me gusta que me viera sin camiseta, pero tampoco puedo reñirlo por hacer una cosa así, tengo que aprender a ser más madura.- Dejé que durmieras aquí porque decías que tenías miedo y no querías estar sola, además, así podía vigilarte.

-Oh, gracias... -murmuro.- ¿Dije... dije algo extraño? ¿Alguna tontería?

Eros sonríe.

-Ya lo creo que si. No creo que quieras saberlas. -pronuncia levantándose de la cama y caminando hacia mí. Se me corta la respiración cuando veo sus abdominales y los músculos de sus brazos contrayéndose al caminar hacia a mí peligrosamente, con aires de súper modelo y su vista clavándose en la mía, que lucha por no mirar más abajo. Pero cuando está a punto de llegar, pasa por mi lado y entra al cuarto de baño, dejando la puerta abierta y a mí desconcertada.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora