Capítulo 50.

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EROS.

Las cosas en la mansión Russell no andan nada bien. La tensión en la mesa a la hora de la comida es notablemente palpante y eso hace que esté incomodo, cuando debería de estar disfrutando de este delicioso manjar.

Cada uno está concentrado en su plato, a excepción de Simon, que me pilla mirándolo y me sonríe tímidamente.

-Ayer aprendí a multiplicar en el colegio. -dice entusiasmado.- Pregúntame cuanto es seis por seis.

-Puedes responder mal a la pregunta y no me daré cuenta. -admito antes de meterme en la boca una papa frita.

Sí, nunca me enseñaron a multiplicar. Pero en mi defensa diré que tampoco me ha hecho falta. Tengo dones para otro tipo de cosas.

-Es treinta y seis. -dice este orgulloso.

-Muy bien, Simon. -le contesta Bruce orgulloso.- Hablando de estudios, ¿como te han salido los exámenes finales, Reese?

Qué raro, Bruce Russell preguntándole a su hija sobre su vida académica. Y sé que después de esto, va la pregunta del ballet. Es increíble como puede ejercer presión sobre ella tan discretamente como lo puede ser la formulación de dos simples preguntas. Esta balbucea un poco antes de hablar. Sé que es muy lista, pero no la he visto con un solo libro en la mano desde hace mucho tiempo.

-Seguramente apruebe.

La cara de su padre no parece ser de agrado.

-¿Apruebes? -dice en tono despectivo.- Tu obligación es sacar buenas notas, no aprobar.

-Lo sé, pero he estado demasiado ocupada intentando salvar mi vida. -Bruce va a volver a hablar pero Reese lo interrumpe.- Y antes de que preguntes por el ballet, llevo sin asistir a la academia desde mi actuación en el lago de los cisnes. No pasará nada porque me pierda un par de ensayos.

Bruce carraspea.

-Como ya os he dicho antes, tengo un par de cosas que deciros, y antes de que os alarméis, son todas positivas. Dentro de lo que cabe.- añade después, cambiando de tema.

-No puedo esperar a oír algo que no haga que quiera arrancarme la cabeza a mi mismo con el único brazo que me queda. -le animo a hablar. Últimamente todo son malas noticias y malas vibraciones dentro de esta casa.

-Creo que ya sabéis que no está bien que Diego y Simon vivan en esta casa siendo Simon menor de edad, ya que no está vinculado a ningún hogar y Diego cobra un salario mínimo con el cual no podría mantenerlo. -yo miro a Diego y este me devuelve la mirada con un ademán de sonrisa.- Para solucionar este asunto, Diego y yo hemos acordado establecerme como tutor legal de Simon hasta que cumpla dieciséis años, lo cual es tiempo suficiente para que Diego ahorre, y mientras tanto, ambos vivirán en esta casa.

Reese da un salto de alegría, levantandose de la silla para abrazar a su padre.

-¡Eso es increíble! -después abraza a Diego y a Simon.- Me alegrará muchísimo teneros aquí, siempre quise tener hermanos.

Diego ríe.

-Jamas pensé que diría esto, pero será un placer vivir con los Russell.

-¿Seremos hermanos, Reese? -pregunta el pequeño Simon con una sonrisa.

-Claro que si.

-¡Entonces Bruce será mi papá! -exclama levantándose para abrazarlo.- Siempre quise tener uno.

Bruce ríe y lo abraza de vuelta.

Respiro hondo, mirando la escena. Me alegro jodidamente muchísimo de que Simon haya tenido tiempo de sentir que tiene una familia durante su infancia. Lo ha pasado mal y se merece esto y todo lo mejor. No todos hemos podido tener el privilegio de sentir esa sensación.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora