Capítulo 44.

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EROS.

Me despierto esperando encontrarme en mi habitación, pero cuando abro los ojos, veo el techo lleno de moho y manchas de casa de Peyton.

Me levanto de la cama y me estiro. El suelo está congelado y se me pone la piel de gallina. Mi estómago comienza a hacer ruidos por el hambre. Ayer solo cené un par de trozos de pizza congelada.

Me duele la espalda de dormir en este colchón. No debería de ser así ya que he pasado toda mi vida durmiendo prácticamente en el suelo, pero no he podido evitar acostumbrarme a mi enorme cama de matrimonio cómoda y mullida de la mansión. Así que el dolor de espalda solo me recuerda a por qué he decidido marcharme de allí.

Camino descalzo por el pasillo y cuando llego al salón veo a Peyton preparando algo en la cocina.

-Dime que no hay pizza para desayunar. -murmuro casi rezando. Mi voz sale ronca y profunda.

Esta ríe.

-No pero tú comerás pizza por estúpido.

-Vale, lo siento, haré lo que tú quieras pero no más pizza.

Jamás pensé que diría algo así.

El timbre estropeado de su casa suena y esta se gira para mirarme.

-Empieza por abrir tú la puerta.

Ruedo los ojos, dándome por vencido y caminando hacia esta. Diego se encuentra al otro lado, pero no es el Diego de siempre. Esta pálido y preocupado, mirándome con un semblante serio.

-Eh, ¿no habíamos quedado después de comer?

-Si pero no he podido ni dormir esta noche. Ya no sabía qué hacer. Tienes que saberlo.

-¿Qué? -pregunto confundido.- ¿Qué cojones pasa?

Diego mira a Peyton cocinando y después me mira a mi.

-Vamos a la habitación.

Ambos caminamos por el pasillo y entramos en el cuarto. Solo espero que no tenga nada que ver con Reese. No puedo sacármela de la cabeza y eso que he estado haciendo todo lo posible por intentarlo. La echo mucho de menos. Y como le haya pasado algo, tengo muy claro que no voy a tardar nada en presentarme allí donde esté. Ella siempre seguirá siendo prioritaria en mi vida.

Cierro la puerta.

-Reese está embarazada.

Giro la cabeza para mirarlo. ¿Qué?

Tiene que estar bromeando.

Ambos nos quedamos en silencio y comienzo a ponerme nervioso.

No parece estar bromeando. Trago saliva.

-¿Qué has dicho?

-Que Reese va a tener un bebé.

Niego con la cabeza. Me estoy mareando. Creo que voy a vomitar. Me siento en la puta piedra que tiene Peyton como colchón y me sujeto la cabeza con las manos.

-¿De donde te has sacado eso?

-Lo he visto, ayer me pidió que le llevara a la farmacia veinticuatro horas por la madrugada y tomó unas pastillas para el embarazo. Me dijo que no se lo contara a nadie.

-¿Pastillas para el embarazo? -pregunto incrédulo levantándome de la cama. Camino de un lado a otro de la habitación.

-Si, tío, no lo sé. Ponía algo así en la caja. Serán para fortalecer la casa del bebé, donde va a pasar los próximos nueve meses, ya sabes.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora