Capítulo 41.

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REESE.

Y con los nervios a flor de piel, por fin acabo mi actuación.

Tengo la respiración acelerada, hago una reverencia y me quedo observando a los jueces.

Estos acaban de apuntar algo en sus cuadernos y me miran. Una de ellos tiene una sonrisa en la cara y otro los ojos aguados, casi como si estuviera emocionado. No lo paso por alto.

-Ha sido increíble. -habla el director.- Ten por seguro que te llamaremos.

-Muchísimas gracias. -contesto sonriendo radiante antes de dar media vuelta.

-¡Has estado fantástica! -me felicita mi profesora una vez salgo de la sala.

-Gracias, pensaba que no me saldría bien, no he tenido mucho tiempo para ensayar.

Ni si quiera he ensayado, a decir verdad.

-Debería de reprocharte eso, pero chica, has puesto mis pelos de punta.

Sonrío. Esto es genial. Recuerdo que Amanda me dijo que podía llegar a obtener el papel para la obra si trabajaba duro. Reconozco que no he trabajado lo mismo que las otras chicas, pero he intentado dar lo mejor de mi y poner todo el esfuerzo posible durante mi audición. Creo que no podía haberlo echo mejor de lo que me ha salido.

Una vez salgo de la academia, mi padre está esperándome aparcado en la puerta, conduciendo mi coche nuevo.

Entro y le doy un beso en la mejilla.

-Hola papá.

-¿Qué tal la audición? -me pregunta arrancando.

-Genial. O eso espero.  -me abrocho el cinturón y miro mi rostro en el espejo retrovisor.- ¿Qué ha dicho la policía? -pregunto intrigada.

No se ha sabido nada sobre el tema en todo el día. Ayer Douglas encontró una pistola en el suelo, junto a dos huellas de zapato, y lo primero que su estúpido y diminuto cerebro pensó fue en coger la pistola y dejar todas sus huellas ahí. Asegura haber visto a una persona encapuchada salir corriendo y saltar la valla de la mansión, pero de eso no hay pruebas.

Recuerdo estar durmiendo cuando me despertó sobresaltado. Al ver la pistola creyó que el anónimo me había hecho algo, pero yo estaba bien. Por suerte.

-Eros es un idiota. -murmura con algo de enfado en la voz.- Ese chaval ha dejado sus huellas por toda la pistola, además tiene total acceso a la casa y es el único que afirma haber visto a el anónimo.

Frunzo el ceño. Esto no me gusta nada.

-¿Qué quieres decir con eso? -pregunto algo molesta.

-La policía no cree que fuera una coincidencia que los ataques anónimos comenzaran a la vez que Eros salió del reformatorio. Y solo hay que sumarle las últimas pruebas.

-¿Estás insinuando que él es el anónimo? -pregunto enfadada, sin poder disimularlo.

-Yo no, pero sí la policía.

-¿La misma policía que ocultaba las injusticias del reformatorio? -resoplo.- Esa gente solo le tiene manía porque Eros está en la calle y no en la cárcel como ellos desean.

-Reese, aún estamos a tiempo de contratar a otro o a otra guardaespaldas.

-¿Qué? ¡No! -exclamo indignada. Si el coche no estuviera en marcha me bajaría. Estoy más que indignada.- ¡Eros ha antepuesto su vida para salvar la mía más de una vez y tú lo sabes!

-No me grites. -me contesta casi interrumpiéndome.- Te veo alterada Reese, no tendrías por qué ponerte así.

-¡Claro que si! -vuelvo a exclamar.- Él no ha hecho nada malo. No es justo.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora