Me llamo Amelia, y hace un año me enamoré perdidamente de Daniel, un chico que me cautivó y me hizo vivir la mejor de las historias de amor, pero también la decepción más grande que una chica puede pasar: una violación. Y hoy, a pesar del tiempo no...
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Recuperé la consciencia sintiéndome descansada a plenitud. Me estiré cuan larga era y me acurruqué a la almohada con su olor mentolado y masculino, aspirando esa esencia que me agradaba tanto.
Espera... ¿Qué?
Los acontecimientos del día anterior me llegaron en una película a gran velocidad. Me aferré a la almohada como si la vida se me fuese en ello. Abrí los ojos y me encontré en la habitación de Rámses, pero él no estaba por ningún lado. Me vejiga estaba llena y necesitaba ir al baño con urgencia. Me levanté de la cama y me encerré en el baño, justo cuando escuché la puerta del cuarto abrirse.
Me lavé la cara y los dientes, y en la medida en que pasaban los segundos, comencé a recuperar parte de mi sensatez. Me había escapado de la casa, aunque seguía considerando que era justificado, había pasado la noche en una fiesta en una playa y el amanecer también, y había dormido en la casa de un chico que apenas conocía y con él que también compartí su cama. El calor se agolpó en mis mejillas, no sabía cómo iba a poder ver a Rámses sin sentir vergüenza.
Sin más nada que hacer, que me retuviese en ese pequeño cuarto, abrí la puerta con lentitud. Aun llevaba puesta la ropa que me había prestado, y no había visto mi ropa en mi carrera hacia el baño.
—Buenos días Bombón—me saludó Rámses apenas asomé mi cara por la puerta. Él lucía recién bañado, con su cabello peinado hasta atrás, no llevaba puestos sus piercings y estaba sentado en el escritorio usando su laptop. Me quedé parada un tanto petrificada.
—Ehm... buenos días—dije titubeando con la vergüenza consumiéndome—, estaba buscando mi ropa para cambiarme...—comencé a decir pero me interrumpió
—Está lavándose— respondió mientras continuaba navegando en su computadora—, incluyendo tu ropa interior.
Quise saltar por la ventana en cuanto lo dijo, pero estaba cerrada. Incluso consideré escapar corriendo una vez más, pero no tenía mi ropa. ¿En que había estado pensando?
—Fue muy inteligente de tu parte no decirme que estabas durmiendo sin ropa interior—continuó mientras se giraba en la silla, alzando una de sus cejas y dándome una sonrisa ladeada— creo que de haberlo sabido, hubiese sido más hormonas que cansancio.
Mi ojos se abrieron cuán grande eran y solté una risita nerviosa tratando de alivianar la situación, sin embargo él no dejaba de mirarme con intensidad. Mi nerviosismo iba en aumento, sobre todo cuando recordé que seguía sin ropa interior y él lo sabía.
—Ehm... y... ¿a qué hora te despertaste?— intenté cambiar la conversación—.
—Hace un par de horas
—¿Y eso?
—Después de que descansé, era solo hormonas y cuando fui a lavar la ropa, descubrí que tú estabas en mi cama, en mis pijamas y sin ropa interior.