Cuando la molestia por lo de su padrastro se me pasó, pude por fin disfrutar de la noche a su lado. El lugar que le conseguí a Cólton, quedaba en el centro, en un local de estilo rockero que brindaba oportunidades a nuevas bandas y sobre todo a las extranjeras. Les había mandado algunas de las canciones y referencias de la banda en Francia y aceptaron casi de inmediato. Pero lo mejor fue cuando el dueño de ese local resultó tener franquicias en otras ciudades y los invitaron a esos otros locales como parte de su muy improvisada gira.
Al final del cuento, yo que solo quería ayudarlos con un toque en la ciudad, terminé consiguiéndoles la mitad de su gira, pero ellos se lo merecían. Eran unos chicos alocados, pero dedicados con pasión a su música, y eran realmente buenos.
Estacioné la camioneta y le di una generosa propina a quien estaba a cargo de cuidarla, si algo le llegaba a pasar mi papá no me lo perdonaría nunca, sobre todo porque fue una asignación que le hizo la embajada como condición de su traslado. Amelia se bajó de la camioneta y cuando estuvo a mi lado enmudecí como siempre me pasaba.
Con la premura con la que se subió escapando de su padrastro no noté como estaba vestida. Con el mayor descaro filtrándose por mis poros la miré de arriba hasta abajo y de regreso, detallando sus generosas curvas. La voz de Gabriel me recordó su último consejo: "Piensa en voz alta", y considerando que me encontraba un poco desesperado, porque nada de lo que hacía parecía funcionar con ella, lo puse en práctica.
—Odio como luces—y ella frunció el ceño, quizás debía pensar mejor, o quizás complementar la frase—me costará mucho alejar a todos los tipos de ti.
Y otra vez la voz de Gabriel me invadió, recordándome que ella no entendía las indirectas, sobre todo cuando Amelia bufó y no creyó mi palabra. Me armé de valor, porque en realidad no estaba acostumbrado a dar piropos, no porque las chicas con las que saliesen no fuesen lindas, sino que no eran el tipo de recibir piropos, ni nada romántico o dulce. Pero Amelia merecía solo las mejores palabras, así que hice un mejor esfuerzo
—Bien, me costará mucho alejarme de ti—le confesé y ella solo pudo murmurar un pequeño gracias y ruborizarse.
Creo que tampoco estaba acostumbrada a recibir halagos.
O en definitiva, yo apestaba en esto de los piropos.
Uno de los chicos de la fila la escaneó con una mirada que pudo haberle costado un golpe de mi parte, pero deseando que la noche no terminase en ninguna golpiza, la atraje hacía mí, para mandar el mismo mensaje a todos los chicos que se atreviesen a mirarla: Ella es mía.
Y pensar que nunca fui celoso, y aquí estoy, marcando mi territorio. Si fuese perro la orinara, si fuese gallo la pisara, si fuese colono clavara el asta de mi bandera en... esa es una línea de pensamiento que no debo seguir.
La noche pintaba bastante bien con ella a mi lado, había logrado mantener a los chicos alejados de ella y a mi amigo tranquilo en el sur, pero entonces ella se subió a una silla para disfrutar mejor del concierto y tuve por una hora su redondo trasero más cerca que nunca, con mis manos en su cintura evitando que se cayese. Mi polla torturada no se quejó, pero lo haría más adelante cuando se diese cuenta que nada pasaría, mientras tanto, me permití disfrutar del show, sobre todo cuando Amelia se balanceaba de un lado a otro, o arriba y abajo al son de la música.
Más de una vez tuve que acomodar mi erección dentro del pantalón, por suerte nadie miraba para notarlo.
Me encantaba que Amelia pudiese adaptarse a cualquier lugar. A pesar de que el local donde estábamos no era uno al que ella acostumbrase estar, ni que Cólton y los chicos, fuesen nada parecido a ninguno chico en el colegio, supo adaptarse y disfrutar la noche como si fuese una fanática más.
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No Juzgues La Portada
Novela JuvenilMe llamo Amelia, y hace un año me enamoré perdidamente de Daniel, un chico que me cautivó y me hizo vivir la mejor de las historias de amor, pero también la decepción más grande que una chica puede pasar: una violación. Y hoy, a pesar del tiempo no...
