Me llamo Amelia, y hace un año me enamoré perdidamente de Daniel, un chico que me cautivó y me hizo vivir la mejor de las historias de amor, pero también la decepción más grande que una chica puede pasar: una violación. Y hoy, a pesar del tiempo no...
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La llegada de mis abuelos se vio retrasada por una tormenta de nieve que suspendió los vuelos hasta que pasase, pero eso solo sirvió para que en las siguientes semanas los O'Pherer y yo creáramos una buena rutina. Yo me levantaba temprano a regañadientes de Rámses y me alistaba. Preparaba el desayuno para todos, aunque la cocina jamás ha sido mi fuerte, pero unas tostadas y un poco de cereal no era problema, el café... bueno, aún seguía practicando, aunque los O'Pherer se lo tomaban tratando de disimular el mal sabor. Los almuerzos los preparaban Rámses y Gabriel, y las cenas eran en su mayoría una copia del desayuno o comprada afuera.
Me dediqué también a limpiar y organizar un poco la casa. Conseguí por error una de las facturas del personal de limpieza que pagaba el señor Fernando y casi que me morí; así que obligué a los chicos a que me ayudasen con la limpieza. Un día el señor Fernando llegó cuando estábamos limpiando y dijo que llamaría a Mike y a Hayden para avisarles que ahora si era verdad de que el fin del mundo estaba llegando. Incluso les tomó algunas fotos porque al parecer ninguno le creyó.
Todas las tardes al salir del instituto esperaba. Esperaba unos minutos, quizás hasta media hora. Lamentablemente tenía la esperanza de que mi mamá me fuese a buscar, me pidiese hablar, algo... pero ella nunca iba y yo me subía al auto de los chicos triste, sin que ellos comentaran nada.
También establecí una nueva rutina con Pacita. Nos veíamos entre semanas para hacer las tareas juntas y los fines de semana para ver alguna película. No nos volvimos a reunir con los chicos porque Gabriel la evitaba a toda costa situación que a Pacita no le angustiaba. Sentía que había pasado algo más entre ellos, pero Marypaz se volvía muy esquiva a responder mis preguntas y mi cuñado portugués solo se encogía de hombros en respuesta.
Gabriel salía todos los viernes, sábados y algunos días entre semana. Siempre llegaba oliendo a alcohol, a cigarrillos y cuando no traía una cita escondida, también llegaba oliendo a perfume de mujer. Su comportamiento era nuevo para mí, pero no para Rámses, lo que despertó mi curiosidad.
Un día en particular Gabriel llegó con un pómulo inflamado y sus nudillos rotos, eran signos de que estuvo en alguna pelea. Fue la única vez que vi a Rámses preocupado aunque no presencié la discusión que tuvieron.
En el instituto era otra cosa, seguía siendo el mismo chico alegre, divertido, amable y buen estudiante de siempre, aunque en casa ya no era el mismo que había llegado a conocer. Sus comentarios de doble sentidos se incrementaron, incluso llegó a decirlos frente a Rámses, haciendo que le dedicara miradas y palabras de advertencia de las cuales él solo se reía. Era una situación bastante tensa e incómoda para mí, sobre todo cuando era el blanco de las acotaciones inapropiadas.
Mi rutina con Rámses también era bastante distinta. Me buscaba a casa de Marypaz y nos sentábamos juntos a cenar o a estudiar. Veíamos alguna película juntos, conversábamos con el señor Fernando y lo acompañábamos en la cena y finalmente nos retirábamos al cuarto. Pero al tercer día que estuve durmiendo en casa de los O'Pherer... me llegó el periodo. La cara de decepción de Rámses me hizo reír por horas. Sin embargo, cuando pasó una semana y media y el periodo no se terminaba, no me quedó de otra que ir a un médico.