Me llamo Amelia, y hace un año me enamoré perdidamente de Daniel, un chico que me cautivó y me hizo vivir la mejor de las historias de amor, pero también la decepción más grande que una chica puede pasar: una violación. Y hoy, a pesar del tiempo no...
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—Ponte el cinturón de seguridad—le ordené a Gabriel mientras ajustaba el volante, el asiento y los espejos de la camioneta.
—Está de más decirte que ésta camioneta resiste las balas, pero no los golpes ni los raspones, y es una asignación de la embajada de Portugal.
—Oye gracias, eso me quita toda la presión
—Mi papá adora esta camioneta y ni hablar de Rámses. Así que por favor, si no tienes experiencia suficiente para manejar, es el momento de decirlo—su rostro era serio
—Que te digo que si. Ahora quédate tranquilo y deja que me concentre—salí del estacionamiento del centro comercial y tomé el camino más cercano a la casa.
Mi teléfono anunció la llegada de un mensaje de texto y el rostro de Rámses apareció en la pantalla. Solo alcancé a leer "Ya terminé aquí. Voy a-"
Voy a ¿Qué?. ¿Esperarlos? ¿Irme en taxi?.
—¿Puedes revisar el ultimo mensaje de Rámses en mi teléfono?—le pedí a Gabriel.
Tomó mi celular y le dicté la clave para que lo desbloqueara.
Él torció sus labios hacia abajo: —Es una buena clave.
—Lo sé. Es mi nombre escrito en números
—¡Oh!, pensamos que era un numero aleatorio. Ahora tiene más sentido. No tienes idea de lo mucho que Rámses ha perdido el tiempo pensándolo. Es como aquellos tipos de Lost...
Ahogué un pequeño grito: —¿Intentaron adivinar mi clave? Ese francés me va a escuchar...
—Ya le respondí. Le dije que íbamos en camino y un emoticon de besito—Gabriel me mostró el teléfono satisfecho de su iniciativa pero yo seguía molesta—. No te molestes con él, fue a mi a quien le dio curiosidad, lo que no imaginé es que la curiosidad de él cuando se trata de ti, sería mayor.
—¡Oye! Deja de revisar mis mensajes—le grité cuando lo vi navegando libremente por mi celular, sus aplicaciones y de más. Por suerte un semáforo en rojo me permitió frenar y quitárselo de las manos.
—Vaya, duermen juntos, viven juntos ¿Y aún así se escriben todo el tiempo?—se burló y lo fulminé con la mirada— Ya, solo bromeaba Beleza. Toma tu puedes revisar el mío.
Me tendió su celular pero no lo tomé, sin embargo vi que su fondo de pantalla era una foto con su hermano, donde ambos hacían caras graciosas. Eso me quitó el mal humor y a juzgar por su sonrisa era lo que estaba buscando.
Volví a fijar la vista en la vía y Gabriel ajustó la dirección de donde estaba Rámses en el Gps.
—Puedes ir más rápido—me apremió Gabriel por quinta vez