Me llamo Amelia, y hace un año me enamoré perdidamente de Daniel, un chico que me cautivó y me hizo vivir la mejor de las historias de amor, pero también la decepción más grande que una chica puede pasar: una violación. Y hoy, a pesar del tiempo no...
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El club nocturno resultó ser el evento del fin de semana. Todo el instituto se encontraba aquí, algunos esperando por entrar, otros ya de seguro dentro del lugar. Nos bajamos del auto y como lo había hecho en el pasado, Rámses tomó mi mano y me mantuvo cerca de él mientras saludaba al grandulón de la puerta, que reconocí como el mismo del local donde me llevó a ver tocar a su amigo Cólton y el resto de la banda. Gabriel consiguió una mesa no sin esfuerzo y pidió un servicio de Vodka para todos. Después del primer brindis, Gabriel arrastró a una Pacita que no dejaba de sonreír hasta la pista de baile, y los vi bailar entre risas y algunos besos.
—¿Te dije que luces bellísima?—gritó Rámses por encima de la música para que pudiese escucharlo
—Me dijiste que estaba hermosa y que odiabas mi falda—respondí dando un pequeño sorbo a mi bebida.
—Es que hermosa no es suficiente y odio esa falda porque te queda... muy bien—arrastró la palabra mientras volvía a girar su cabeza para mirarme
Enrojecí con su frase y sonrió al saber el efecto de sus palabras en mí.
—Tú también luces muy bien—afirmé
Se acercó para decirme lo que de seguro sería un comentario que me haría avergonzar pero Gabriel y Pacita se tumbaron en las sillas vacías a nuestro lado interrumpiendo el momento.
—La música esta buenísima—gritó Marypaz mientras acababa con su bebida en un solo trago. Gabriel rió y le hizo bajar la bebida antes de finalizarla—. Tienes que bailar Mía
—Oh no, no. ¡No!—me negué, era muy pronto para bailar, todavía quedaban muchas personas sobrias capaces de reírse de mis pasos locos.
—Vamos—dijeron al unísono la pareja, mientras me arrastraban hasta la pista de baile. Le imploré en silencio a Rámses pero él solo levantó su trago brindando.
Ya en la pista de baile fue imposible no contagiarme por la energía de todos, y terminé bailando y saltando con Pacita y Gabriel. Drené en cada brinco las malas energías que sentía correr por mis venas, tratando de deshacerme de esa diablilla interna que insistía en complicar más la nefasta relación con Stuart. A veces, una pequeña parte mía me sugería que hablase con él, que quizás así lograse que las cosas dejaran de empeorar, pero la misma diablilla mandaba todo a la mierda y me terminaba convenciendo que debía hacerlo sufrir. Y por esa razón mis acciones terminaban complicando más las cosas, porque estaba muy segura de que eso era lo que había hecho con esa última movida antes de irme de casa, pero ya me preocuparía después por su represalia.
—Tengo que sentarme—anunció Pacita al cabo de unas cuantas canciones, hicimos el ademán de seguirla, pero insistió en que nos quedáramos—. Sigan ustedes.
La música volvió a cambiar y la pista se continuó llenando, hasta que llegó un punto donde mi cuerpo se continuaba tropezando con el de Gabriel y los que nos rodeaban. Una pareja me dio un fuerte empujón y me volteé para encarar a los abusadores, pero en realidad era una pareja que a juzgar por sus besos, necesitaban con urgencia un hotel. Gabriel puso sus manos en mi cintura y me atrajo hacía él, alejándome de la pareja que ahora comenzaba a manosearse sin pudor alguno. Con las manos en mi cintura continuamos bailando, el calor de su cuerpo contrarrestaba con el sudor que sentía correr por el mío.