Capítulo 34. ESTO SERÁ RÁPIDO

11.4K 984 542
                                        


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


La primera noche sin dormir al lado de Rámses fue bastante difícil. Fiel a la presencia de invitados en la casa, es decir mis abuelos, dormimos en habitaciones separadas. Pensé que Rámses gatearía hasta el cuarto, como hizo durante el viaje, pero no fue así. Lo esperé incluso dormida, despertándome con el más mínimo ruido pensando que era él, pero no llegó nunca a hacerme compañía.

Estuvimos hablando hasta tarde en la noche, revelándonos secretos, creí que se quedaría, pero él se levantó de la cama y despidiéndose salió del cuarto. Ni siquiera un beso nos dimos. Eso me reabrió la herida de mi corazón. Creo que pasará mucho tiempo hasta que Rámses pueda realmente perdonarme y olvidar lo ocurrido entre su hermano y yo.




Temprano esa mañana, en su primer día de estadía, mis abuelos acudieron a hablar con mi mamá y cuando regresaron lo hicieron cargados con las bolsas de la comida que querían preparar, no dejaron espacio ni tiempo para contarme que fue lo que hablaron, solo afirmaron que todo estaba bien con respecto al fondo universitario y que incluso mi mamá les dio los papeles del banco sin mayores problemas.

Eso no me sorprendió, quizás pocas cosas ya me sorprendían en esta vida, si ella fue capaz de darle una autorización plena al señor Fernando sin conocerlo para que se encargase de todo lo que fuese relacionado a mí, menos se negaría a hacer lo mismo con mis abuelos. Pero a pesar de todo ese razonamiento, igual me dolía su desapego conmigo, su única hija y todo por ese malnacido hombre.

Mis abuelos que habían planeado quedarse solo un fin de semana fueron convencidos por el señor Fernando de permanecer la semana entera, y de allí que mi abuela quisiera hacer una cena especial para la familia O'Pherer, en agradecimiento.

Esclavizó a todos los menores de edad que participaron en la pelea -sí, tuvimos que contarle la misma mentira cuando preguntó por los moretones de los chicos-, para ayudarla en la preparación de su famoso estofado.

La cena estuvo suculenta, la compañía y la conversación también. De postre servimos torta recién horneada con helado.

—Está deliciosa esta torta—elogió Rámses.

—Gracias, hice la favorita de mi niña. Quizás no te acuerdas Mia, pero solías molestarme todo el día para que te hiciera la torta y tu mamá se molestaba porque te tragabas casi todo y después no cenabas.

Mi abuela rio con su recuerdo y yo también lo hice, tratando de ignorar la puntada de dolor cuando mencionó a mi mamá, en una época donde ella se preocupaba por mí, por mi bienestar... una época donde me amaba.

Tenía que saber lo que mis abuelos hablaron con mi mamá, necesitaba los detalles, para bien o para mal, así que me animé a preguntar lo que pasó en esa reunión. Mi abuelo estuvo reacio a arruinar la velada hablando de temas tristes, pero insistí tanto que no tuvieron escapatoria.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora