POV Rámses. NO JURES LO QUE ESTÁ A SIMPLE VISTA

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Maratón 1/3


—Ven conmigo—le pedí a Amelia cuando la película que veíamos se acabó, aceptó extrañada pero sin dudar, y eso me gustó.

La hice entrar al cuarto de baño mientras sacaba los implementos que compré en la farmacia para la limpieza de su piercing. Como le dije compré suficiente para que tuviese en su casa y en la mía.

La posicioné frente al espejo del baño, y desde su espalda le tendí el algodón impregnado con la solución y guié su mano a la nariz. Luego le indiqué que le diera pequeñas vueltas al piercing. Quería hacerlo por ella, pero Amelia solía ser tan distraída para algunas cosas que necesitaba saber que estaba aprendiendo.

Estábamos muy cerca el uno del otro, el calor me embargó casi de inmediato cuando un pequeño trazo de su aroma floral llegó a mí. Pero tratando de mantenerme enfocado le hice la pregunta que tenía rato atormentándome «¿Crees que te complicará más las cosas en la casa?». Su respuesta no me calmó, por el contrario me generó más dudas, las mismas que siempre tenía alrededor de Stuart. ¿Qué había hecho tan mal que Amelia no podía perdonarlo?. Pero entonces ella sonrió a si misma y se volteó.

No me dio tiempo de retroceder y lo agradecí, porque ahora solo quedaban centímetros entre nosotros. El brillo de su mirada me cegó, ella sonreía y me hacía imposible que yo no lo hiciese también.

—Hey, estoy feliz. No me importa si los demás no lo están o estarán. Siempre había querido hacerme un piercing y lo hice. ¡Lo hice!

Nuestras sonrisas se ensancharon.

—Te queda muy bien, es muy sexy—las palabras brotaron de mi boca sin control.

—Sí, siempre me han parecido sexys los piercings.

«Amelia no entiende indirectas» me recordó la voz de Gabriel.

—No, el piercing es solo eso, tú eres la que lo luce, la que se ve sexy con él.

Sus mejillas se sonrojaron y su respiración se tornó irregular, estaba absolutamente seguro de que su corazón se saltó varios latidos, porque eso era lo mismo que había hecho el mío.

Humedecí mis labios deseando con desespero sentir los suyos. Su boca estaba ligeramente entreabierta, invitándome a besarla. Jamás desee besarla tanto como en este momento. Ella no retrocedió cuando di un paso hacia ella, nuestras narices casi podían rozarse. Un solo beso, solo quería un solo beso de ella. Suspiré pesadamente, mi mente se sentía nublada con su proximidad, ninguna chica antes me causó esto.

Y mientras sentí su tibia respiración en mi piel entendí que no quiero un solo beso, quiero todos sus besos, pero no podía decirle eso sin miedo a asustarla. Si era sincero conmigo mismo, mi situación resultaba bastante intensa para cualquier mujer, pero sobre todo para Amelia, que seguía creyendo que yo solo quería su amistad.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora