Capítulo 39. DIFERENCIAS IRRECONCILIABLES

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Me quejé cuando Rámses insistió por tercera vez que era hora de levantarme. No sé cómo hacía para haberse mantenido despierto hasta tan tarde y despertarse tan fresco en la mañana, mientras yo seguía tan cansada y... adolorida, gratamente adolorida.



Rámses cumplió su promesa y me subió cargada hasta el cuarto, pero no bien entramos me estrelló contra la misma puerta besándome con desesperación. Se deshizo de la blusa y mi sostén, antes de posarme en la cama y solo cuando dio por cumplida su promesa me permitió soltarlo solo para desnudarnos con rapidez. Me reía por su desespero porque actuaba torpe. Su pie se enredó en el pantalón cuando no se quitó el zapato primero, y cuando lanzó mi short por la habitación terminó casi tumbando la lámpara de noche, y si no hubiese sido porque cayó en una de nuestras prendas hubiese despertado a toda la casa. Reíamos como tontos sin parar de besarnos.

Hicimos el amor con rapidez, queriendo calmar nuestras necesidades con gran urgencia. Pero mientras retozábamos con nuestra respiraciones cansadas, nos pusimos al día de lo que fueron estos días separados. Por su parte me contó lo que significó para él hacer las rondas en el hospital y la duda que ahora tenía.
Continuaba con su deseo de dedicarse a la odontología, pero Hayden estuvo hablando con él sobre hacerse cirujano y especializarse en el área dental, que era su verdadera pasión. Eso abría un universo de campos profesionales de ejercicio, que siendo odontólogo no tenía. Estaba realmente considerando estudiar medicina y luego la especialización.

Me sentí orgullosa por la forma como hablaba, con la seguridad con la que llegó a comprender las cosas que los estudiantes de medicina hablaban durante la ronda. Me confesó haberse sentido pertenecer.

Por mi parte le hablé lo que Mike me había dicho en relación a la que sería mi carrera, si bien guardaba mucha relación con el derecho, yo no tenía ni una pizca de interés en estudiar leyes, prefería la administración. Entre tema y tema la llama del deseo se encendió nuevamente, pero esta vez si tomamos el tiempo de adorar nuestros cuerpos, acariciarlos, besarlos y lamerlos en toda su extensión.

Me subí a horcajadas sobre él y me contoneé sobre su erección. Lo vi torcer su cara de desespero, tratando de contenerse, de ir a mi ritmo. Jugueteé con su erección, torturándola, recordándole que solo era mía y de nadie más. La tomé entre mis manos y la acerqué hasta mi humedad.

Amaba esta posición porque me permitía estar en control de lo que pasaba y de lo que no. Él gruñó perdiendo la batalla con su control, moviendo sus caderas para recorrer el camino que faltaba, pero divertida negué con la cabeza.

Suspiró profundo y mordió su labio con fuerza.

—Por favor Bombón, no sé cuanto más pueda resistirlo.

Me reí y lo seguí torturando. Su excitación palpitaba en mi mano, desesperada como su dueño.

—Dejarás de decirle a las personas como practiqué con tu banana...

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora