POV Gabriel O'Pherer. ¿POR QUÉ DIOS, POR QUÉ?

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¿Por qué tiene que verse tan bella? ¿Era mucho pedir que se viese fea, quizás con muchísimo acné o que por lo menos que ese vestido no dejase ver sus curvas

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¿Por qué tiene que verse tan bella? ¿Era mucho pedir que se viese fea, quizás con muchísimo acné o que por lo menos que ese vestido no dejase ver sus curvas. ¡Dios! Lo que le haría con ese vestido... y sin el.

La vi mientras saludaba a todos, fingiendo que atendía a la conversación de Rámses y Amelia. Su sonrisa seguía encantándome, sus gestos delicados como cuando se apartaba un mechón de su cabello del rostro o se acomodaba el vestido que amenazaba con alzarse más de la cuenta, me comenzaban a volver un poco loco. ¿Por qué ella no podía entender que si la expuse con su familia era solo para protegerla?. Marypaz me miró de soslayo y sonrió.

¿Será posible que ella aún sienta algo por mí?.

—Hola chicos—saludó con cariño cuando llegó hasta donde estábamos. No la dejé ni siquiera dudar, me acerqué hasta ella y con mi mano en su baja espalda la atraje hasta mí para darle un beso en la mejilla, uno que duró más de la cuenta y que llevaba como única misión averiguar lo que ella sentía por mí.

Sus mejillas sonrojadas la delataron y me dieron la esperanza que necesitaba.

—Estás preciosa Marypaz—comencé con algo básico.

—Gracias, tú también luces muy bien Gabriel.

—Deja eso, yo te ayudo con tu bolso Pacita.

—Te dije que no me gusta que me digan Pacita—susurró.

—Y yo te dije que a mí me gusta Pacita.

Se volvió a sonrojar: —Por favor.

—Te diré qué. Delante de todos te diré Marypaz, y dejaré para nuestros momentos íntimos a Pacita.

—¿Y cómo debo llamarte yo en nuestros momentos íntimos?.

—Tú me puedes llamar como quieras, acabas de acceder a tenerlos...

Fui con mi hermano a entregar los bolsos. No le pondría las cosas tan fácil a Marypaz, bastante que me rechazó, por lo que no quería que me viese volviéndome loco por ella al primer coqueteo que compartíamos. Por esa razón cuando subí al autobús me senté al lado de Amelia hasta que Rámses me hizo levantar con molestia y quedé sentado a su lado.

El autobús se puso en marcha y respiré con frustración. Sentada, el vestido floreado de Marypaz dejaba expuesta mucha piel, y mi pierna rozando constantemente con la de ella no ayudaba en nada.

—Estas muy preciosa—le repetí queriendo desesperadamente romper el silencio entre nosotros.

—Gracias—y cruzó su pierna dejando a mi vista más piel de la que mi corazón o mi pene podía soportar.

Y como si estuviese imantado a su piel no pude resistirme a recorrer la suavidad de sus sedosas piernas con la punta de mi dedo índice. La vi sonrojarse y no perder la sonrisa coqueta que me daba a pesar de que su corazón martillaba con fuerza, tanto como el mío. Y cuando estuve a punto de perder mi mano por debajo de su falda...

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora