POV Gabriel O'Pherer. PREFIERO TENER UNA MALA IDEA CONTIGO.

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Cuando desperté ni Rámses ni Amelia se encontraban, solo tenía muchos mensajes en el grupo de la familia y muchas fotos mías durmiendo en cucharita con Rámses.

Lo hice mi pasivo, reí. Se molestará cuando viese los memes que le hicieron.

Recorrí la casa para descubrir que estaba solo. Le pregunté a mi hermano por su paradero y solo respondió "Ya conseguí a Amelia".

¿Se había perdido?.

También tenía un mensaje de Marypaz, la única persona del instituto que tenía mi nuevo número de teléfono.

—¿Qué haces? Estoy aburrida.

—Recién despertando—respondí.

—¿Quieres salir? Quizás ver una película...—me preguntó.

La verdad es que no era mala idea, lo estaba considerando cuando Rámses entró con Amelia en brazos como un saco papas y la palmeó en el trasero con fuerza.

—Te voy a enseñar a acordarte siempre de tener tu teléfono encendido y de avisarme cuando salgas en medio de la noche.

Amelia reía y cuando me vio contemplando la escena con mi ceja alzada, sus mejillas se ruborizaron.

Los vi subir las escaleras y tomé la decisión. Lo menos que quería era quedarme en la casa encerrado en mi cuarto mientras esos dos me recordaban lo solo que estaba.

—Estaré allá en 15 minutos—le respondí y troté escaleras arriba para cambiarme.

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—¡Hola!—me saludó con cariño en cuanto abrió la puerta.

—Hola, estas linda—cortesía ante todo, y de verdad se veía preciosa—. ¿Estas lista?.

Ella asintió y salió de la casa. Caminamos hasta el auto, donde le abrí la puerta para que subiese.

Acordamos ir al cine, en realidad no me parecía una buena idea quedarme con ella en su casa, además de los muchos recuerdos que me traería sería demasiada tentación tenerla allí para mí.

Yo no soy de hierro, mi pene tiene su corazoncito.

Fuimos conversando sobre el ingreso a la universidad. Ella viviría en los dormitorios y se encontraba genuinamente emocionada por eso. Le comenté que nosotros viviríamos en un departamento, sin querer darle muchos detalles, aun mantenía mis reservas con ella.

Hacía mucho tiempo que no salíamos, desde aquel café que nos tomamos hace tanto tiempo. La noté cambiada, más parecida a la chica de la cual estuve enamorado alguna vez. Ya no se maquillaba en exceso y aunque sonaba con más confianza en su voz, no había rastro de altivez ni superioridad, algo que se había convertido en parte de ella cuando le hablabas.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora