Me llamo Amelia, y hace un año me enamoré perdidamente de Daniel, un chico que me cautivó y me hizo vivir la mejor de las historias de amor, pero también la decepción más grande que una chica puede pasar: una violación. Y hoy, a pesar del tiempo no...
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Caminamos hasta estar a algunos escasos metros de donde yacían los restos físicos de Karen. Los músculos de Rámses estaban tan tensos que hasta a mí me dolían. Solté su mano para que caminara con su hermano y su papá hasta la lápida y les di el espacio que necesitaban, retrocediendo unos metros y parándome junto a Mike..
No me sorprendió que un cuarto corazón roto, estuviese parado a mi lado, tampoco fue sorpresa cuando lo vi llegar en el aeropuerto, ni siquiera cuando me enteré que vendría en el viaje. La historia de Mike, Karen y Fernando, aun me generaba mucha curiosidad, pero este tampoco era el momento para averiguar lo ocurrido.
Mis chicos estuvieron allí, frente a la tumba varios minutos, el viento me hacía llegar palabras sueltas pero no entendía lo que decían.
En más de una oportunidad Fernando palmeó la espalda de los chicos y ellos a él. Terminaron los tres entrelazados mientras hablaban. Me pareció escuchar alguna pequeña sonrisa, pero no puedo estar segura.
La respiración de Mike, quien seguía a mi lado, era pesada, difícilmente acompasada. Sentí también su nerviosismo, ansiedad y dolor. Entrelacé mi brazo con el suyo para darle un poco de estabilidad emocional, no quería que se sintiese solo.
Finalmente los O'Pherer se voltearon alejándose de la tumba y caminando hasta donde nos encontrábamos. Todos llevaban sus ojos enrojecidos y con evidentes marcas de lágrimas en él. Rámses se las limpió con el dorso de su brazo, el gesto me llenó de ternura porque evidenció toda la rabia y frustración que le generaba la tristeza que estaba sintiendo. Gabriel no alzaba la mirada del piso, sus puños iban fuertemente apretados.
Eran demasiadas emociones como para alcanzar a entenderlas o tan siquiera describirlas o enumerarlas.
Rámses me envolvió en sus brazos, escondió su rostro en mi cuello y sentí sus lágrimas humedecer mi piel. Lo apreté con fuerza tratando de reconfórtalo, de mantener las piezas de su ser unidas en uno solo. Luego de abrazarlo a él, hice lo mismo con Fernando y finalmente con Gabriel quien reprimió un sollozo y se disculpó con su voz entre cortada.
—¿Puedo...?—preguntó Mike y Fernando le asintió.
—Sabes muy bien que si Mike—le respondió—. No tienes ni siquiera que pedirlo.
Mike asintió y palmeó la espalda de Fernando cuando pasó por su lado. Caminó cabizbajo hasta la tumba y cuando llegó a ella se irguió, quizás tratando de armarse de valor.
Se acuclilló y con su mano rozó la pequeña lapida. Volteé la mirada para darle toda la privacidad que pudiese.
—Quiero presentártela—me susurró Rámses, su voz varonil sonó rasposa, quebrada, rota, dudosa y apenada.
La carga emocional era tan intensa que me tenía agobiada sin saber a cuál emoción atacar primero. No imaginaba ni siquiera todo el desastre que eran ellos en su interior, si yo de por si estaba triste, nerviosa, ansiosa, apenada y ni contar lo que ellos me hacían sentir. Le di un pequeño apretón de mano y una tímida sonrisa para aceptar su invitación.