Capítulo 40. GATEADA EQUIVOCADA.

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El jueves llegó en un pestañeó y por primera vez en la semana – y en mucho tiempo– me levanté temprano, ayudó por supuesto que fue Gabriel quien entró a la habitación y amenazó con darme un beso si no me despertaba. Rámses le lanzó un manotazo que el esquivó con agilidad, pero funcionó. Me desperté. Así que para cuando salimos de la casa ni Susana o Hayden habían bajado a desayunar.

Me sentí agobiada con los profesores recordándonos a cada rato que debíamos presentar las solicitudes a las universidades, y enviando más tareas, trabajos y asignaciones de la que podíamos hacer. Entre los hermanos y yo a duras penas alcanzábamos para preparar todo, más de una noche nos habíamos quedado hasta tarde haciendo las tareas.

Todos los estudiantes del último año lucían angustiados y estresados, y yo trataba de mantenerme al margen, para no tener que dar explicaciones de mi situación universitaria. Mis abuelos estuvieron felices de que mi mamá me hubiese firmado todos los documentos, según me contaron Fernando los llamó para pedirle permisos para la custodia y hasta viajó para mantener una reunión con ellos. Me dijo que lo interrogaron, sobre todo por mi relación con Rámses, pero que estuvieron felices y de esa misma manera aceptaron. Mis abuelos sabían muy bien que ellos me querían, protegían y cuidaban.

Volví a intentar integrarme con el nuevo grupo de amigas de Pacita, y me seguía costando, aunque ahora no me sentía tan excluida de sus cuentos, porque Pacita se disculpó por su comportamiento, incluso reconoció que tampoco se portó bien cuando le conté como nos drogaron; estaba bastante avergonzada por la forma como me había fallado y para compensarme se encargó de ponerme al día con sus cosas con este nuevo grupo de amigas y algunas de las de ellas para que pudiese seguir las conversaciones. La verdad es que funcionó, ahora no estaba perdida en las conversaciones. Le estaba dando una oportunidad a estas chicas y debo reconocer que aunque con mi cabello rosa, mi tatuaje y mis piercing no encaja allí, igual me estaba divirtiendo con sus cuentos.

Hoy sería un día distinto porque los chicos tenían un encuentro deportivo amistoso con otros muchachos de un instituto cercano, por lo que la clase de laboratorio fue suspendida y se aprovecharía ese tiempo para llevar a cabo el juego y que todos pudiéramos ir a apoyar a nuestro equipo de voleibol.


Gabriel y Rámses jugaban muy bien, eran algo así como un dúo mágico que dirigían al resto del equipo. Claro que ayudaba que hacían mucho ejercicio y que particularmente les gustaba el voleibol.

Terminó la primera parte del juego y se hizo un pequeño receso que sirvió para que todos los jugadores se hidrataran y descansaran un poco. Las mujeres pululaban alrededor de todos los jugadores, sus hormonas alborotadas por verlos con sus camisetas empapadas de sudor. Algunos se cambiaron sin mayor problema las camisetas, pero sabía que Rámses ni Gabriel habían traído ropa de cambio, así que ellos optaron por quitarse las camisas y dejar sus músculos a la vista de todos.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora