Capítulo 31 . ¡QUE RESPONDA, QUE RESPONDA!

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La profesora Olga pasó despertándonos a las seis de la mañana y todas nos quejamos por lo temprano que era. Nos vestimos con pesadez después de largos turnos en el único baño de la habitación.

—Ehm... Amelia, te buscan—dijo Desiré en cuanto abrió la puerta del cuarto.

Rámses estaba recostado de la pared del frente con dos cafés en sus manos. Hoy era nuestro primer paseo, así que llevaba puesto unos pantalones de vestir negro con una camisa blanca. Una de sus mangas estaba recogida hasta sus codos, la otra no. Su cabello caía despreocupadamente sobre su frente. Salí para darle los buenos días, quité su cabello solo por querer tocarlo y sentirlo cerca y fue cuando él advirtió mi atuendo. Yo llevaba un vestido azul marino bastante ceñido con escote corazón. Él miró mi escote sin ningún pudor y luego con un movimiento de su cabeza, me pidió que me diera vuelta para verme completa. Lo hice y me sonrojé por su mirada tan cargada de libido pero me besó antes de que huyese de su mirada.

Me tendió el café y lo probé. Estaba como me gustaba, con el toque de canela y de nuez moscada justos. Le agradecí el detalle, porque estaba muy segura de que no le fue fácil conseguir que le preparan un café así.

—Te extrañé tanto anoche—comentó mientras comenzábamos a caminar hasta el comedor. Gabriel nos alcanzó y para mi sorpresa llevaba su brazo por encima del hombro de Roxana, mientras le susurraba algo que la hacía reír como tonta una vez más.

—Hola Beleza—me sonrió y cuando Roxana saludó a algunos compañeros Rámses le golpeó en la cabeza haciéndolo reír.

A ce rythme, je vais atrophier votre cerveau, plus que vous ne l'avez déjà fait. Arrête de regarder le décolleté de ma copine - A este paso te atrofiaré el cerebro, más de lo que ya tienes. Deja de mirarle el escote a mi novia—lo reprendió Rámses cuando Roxana se soltó del brazo de su hermano y fue a reunirse con algunas de sus amigas.

Pacita conversaba con Desiré ajena a la escena de Gabriel y Roxana, o eso creía, porque la pillé lanzando miradas disimuladas. Marypaz me había dicho que lo que ella sentía por Gabriel se había esfumado y le creí en su momento, pero ahora, comenzaba a dudarlo.

—Hola Desiré—saludé a la chica y sus mejillas se pusieron escarlatas cuando vio a Rámses.

—Ho-Hola Amelia, Ráms- ses—tartamudeó.

—Bon jour —saludó Rámses y el muy mal nacido le dio su sonrisa más deslumbrante que enmudeció por completo a la pobre Desiré—. Vamos al comedor o no nos dará tiempo de desayunar.

La pobre Desiré se quedó petrificada en el sitio y Ana Maria acudió a su rescate arrastrándola detrás de nosotros.

—¿Tenías que hacerlo?—le pregunté al engreído francés.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora