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Leila.


 —Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho...—. Canturreo, Derek me ignora, está secándose el sudor con una toalla en sus manos. — Infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija, cuanto daño me has hecho...  —. Prosigo. Una pequeña sonrisa aparece en sus labios, pero comienza a vendar sus manos. 

— Es inútil, vuelve a casa, Stilinski—. Salta y sus manos se aferran al tubo, su cuerpo queda tendido en el aire, sus músculos se flexionan y desvío la mirada. — Alimaña, culebra ponzoñosa, deshecho de la vida, te odio y te desprecio...—. Su mirada se conecta con la mía. —Rata de dos patas...¡te estoy hablando a tii!, porque un bicho rastrero, aún siendo el más maldito, comparado contigo, se queda muy chiquito...—. Me burlo, este se deja caer soltando un bufido, y rueda los ojos, sonrío, lo estaba enfadando. 

— Stilinski, ¿no deberías estar en la preparatoria?—. Se cruza de brazos. — Maldita sanguijuela... maldita cucaracha... que infectas donde picas... que hieres y que matas... —. Cierro mis ojos llevándome la mano al corazón. —¿Me insultarás hasta que decida enseñarte?—. Cuestiona acercándose a mí, pero no le respondo. 

—  ¿Me estás oyendo inútil?, hiena del infierno, ¡cuanto te odio y te desprecio!—. Me toma los hombros, lo miro divertida, por su parte, me mira fijamente. —¿Me desharé de ti una vez que aprendas a defenderte?—. Asiento rápidamente, rasca su nuca. —De acuerdo, sígueme.

Lanzo el cuchillo hacia el árbol, y por vigésima vez fallo en el intento de dar en el blanco que pintó Derek en este. Exhausta, me limpio la cara con una toalla quitando los rastros de sudor. —¿Sabías que lo harías mejor si no pensaras tanto?—. Dice Derek, quien está ejercitándose de nuevo.

— ¡No lo hago bien porque soy pésima en esto! ¡nunca les seré útil a mis amigos!—. Exclamo, las lágrimas se acumulan en mis ojos, me cruzo de brazos observando el bosque. Fue una mala idea venir. —No soy como Audrey, ella es positiva ante todo—. Murmuro. —¿Qué tiene que ver Audrey en tu insistencia en aprender a defenderte?—. Cuestiona.

Lo observo incrédula. —¡Todo!, Audrey siempre me ha protegido, sólo soy una carga adicional y no quiero serlo—. Derek enarca sus cejas. —¿Por qué pienso que no es solo eso? ¿hay algo que no te gusta de ella? ¡díselo!—. Niego suavemente.

— La culpa es mía, yo siempre he querido ser como ella. A todos les gusta Audrey, es preciosa, tiene un cuerpo de infarto y es completamente fiel a mi primo aún cuando este nunca demostró interés en ella.  —. Desvío la mirada, me abrazo a mi misma. —En cambio, yo tengo que esforzarme. Me acosté con todo el instituto sólo porque les gustaba mi físico, y siempre esperé que alguien me amara. Me fueron infiel tantas veces que no puedo contarlas con mis dedos, soy insegura, y ella siempre estuvo para mí. Ella puede soportar que la ignoren, pero no puede soportar que hieran a sus amigos.

<< ¡Y eso es totalmente injusto! ¡la vida es cruel, lo aprendí de la peor forma! ¡Audrey es la mejor persona que he conocido, pero es algo ingenua! quisiera devolverle el favor, quisiera salvarle la vida como ella lo ha hecho conmigo. Demostrarle que no soy Oliver, que siempre va a contar conmigo. Soy una simple humana, mientras que ella a cargado con odio por sí misma, creyendo que es un monstruo. ¡Quiero demostrarle que voy a cuidar su espalda!. >>

Derek me observa detenidamente. —No es necesario que te esfuerces tanto, te considera parte de su familia. ¿Quieres ayudarla? Hazlo, pero no como para devolverle el favor, hazlo porque te nace hacerlo. Eres su mejor amiga, sabe de sobra que siempre podrá contar contigo. 

¡Oye, Stiles!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora