Epílogo

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Un tatuaje es aquello que te acompaña toda la vida, sin importar donde vayas, sin importar donde estés. Es voltear la mirada y tener la certeza de que ahí estará. Es por ello que las manadas siempre tenían un tatuaje específico, más allá de representar algo o algún momento. 

Es representar una familia sin necesidad de estar unido por lazos de sangre. Una familia que se creó a partir de un sentimiento; Las personas en tu vida que te quieren en la suya, aceptándote por quién eres, que harían cualquier cosa por verte sonreír y que te aman sin importar nada.

—¿Dolerá?—. Le pregunto a Audrey por centésima vez, mientras que ella está desinfectando la zona del tatuaje en la espalda. Debajo de la nuca. —Duele más un matrimonio a la fuerza—. Responde divertida. 

Suelto un suspiro. —No lo negaste—. Murmuro. —A diferencia de ti, no necesito escuchar tu corazón para saber cuando mientes—. Añado, intentando girarme, me golpea en la cabeza. — ¡Auch, Audrey!—. Me quejo.

— No te muevas, idiota—. Enciende la máquina. Siento el metal frío en mi espalda, cierro los ojos con fuerza apretando la mandíbula. —Stiles—. Me llama. —¿Qué?—. Pregunto. 

— Si tú no te relajas, no saldrá bien—. Responde. —Lo has hecho bien siempre, ¿por qué sería diferente?—. Pregunto. — ¿Porque eres el primer humano al cual le hago un tatuaje? Es muy diferente, los hombres lobo no lloran cuando ven la aguja—. Comenta. 

Asiento. —Bien, comencemos—. Indica. Luego de media hora de soportar el dolor, y las miles de punzadas en mi espalda. Audrey terminó. — Ya está—. Dice alejándose para guardar la máquina. Me pongo de pie. — No fue tan doloroso como lo imaginé—. Audrey se gira a mirarme.

— Tomé un poco de tu dolor mientras lo hacía, Stilinski—. Explica guiñándome un ojo. Alargo la mano para tomar la suya y abrazarla con ternura. — Te amo tanto —. Digo abrazándola tan fuerte como si se tratara de un oso de peluche. 

—Yo más. Escucha, por nada del mundo te acuestes boca arriba. Tomé tu dolor, pero aún necesita unas horas para curarse. En unas cuatro horas, me llamas y te veré en la ducha—. Le regalo una sonrisa llena de picardía. Audrey pone los ojos en blanco. —Hay que lavarlo, y luego aplicarle crema—. Explica desviando la mirada.

—¿Te he dicho que me encanta cuando te sonrojas?—. Le pregunto admirándola. —Sí, sueles hacerlo luego de que me molestas, porque eres un pervertido—. Dice cruzándose de brazos. —Así te gusto—. La puerta de la habitación se abre mostrando a Leila con su hijo de un año en brazos. 

— ¡Bebé hermoso!—. Exclama Audrey, el niño sonríe y estira sus brazos, lo carga llenándolo de besos. — ¿Cómo ha estado?—. Me pregunta Leila. —Audrey me quitó el dolor mientras lo hacía—. Respondo. 

Ella asiente. —Lo supuse. Audrey nunca haría nada que te hiciera daño—. Nos recuerda. —¿Tu tatuaje te dolió?—. Le pregunto mirando su antebrazo. Leila se encoje de hombros. 

—Derek hizo lo mismo que Audrey. Espera, si todos tenemos el tatuaje de la manada de Audrey, ¿entonces ella es nuestro Alfa?—. Cuestiona Leila. — No necesariamente, todos sabemos que es una manada compartida. Scott es la imagen de la manada. Yo solo hago los planes junto a Stiles—. Dice Audrey apretujando a nuestro sobrino. 

¡Oye, Stiles!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora