Audrey.
Hay un lugar al que voy cuando quiero estar sola. La biblioteca había sido una de mis opciones para ocultarme en el día de mi cumpleaños, así que cuando tuve la oportunidad de meterme en problemas, lo hice. Cumplir años es envejecer, crecer es otra cosa. Es darse cuenta que la vida no es lo que esperas; No es justa, ni predecible, ni controlable. Es comprobar que a veces se gana y otras se pierde. Y sobre todo, que a veces se gana y se pierde al mismo tiempo. Crecer es aceptar la incertidumbre.
No quería que nadie se me acercara a felicitarme, mucho menos a preguntarme lo que haría. Me gustaban las fiestas, el buen ambiente que ofrecían. Pero, me gustaba la soledad el día de mi cumpleaños. Intenté alcanzar el libro de dibujos animados, cuando unas manos lo alcanzaron por mí.
El chico me sonrío amigablemente. —Tú debes ser Audrey, seré tu compañero de castigo—. Se presenta, tiene unos impresionantes ojos verdes, una impresionante sonrisa, un impresionante cuerpo. Pero nada de eso serviría si tenía una personalidad impresionantemente superficial. Lo conocía, su nombre es Harry Miller. Él era uno de los chicos que creían que porque sus padres tenían mucho dinero, ellos debían ser unos idiotas. Se equivocan, sus padres tenían dinero, pero él no. Sus padres podían ser los dueños del mundo, pero si su hijo tenía malas notas, era un bravucón y un mujeriego. Él nunca podría tener la estabilidad que ellos poseían. En pocas palabras, Harry Miller era una impresionante decepción.
— Un placer, ahora déjame en paz—. Le arrebato el libro para luego sentarme en las sillas incómodas del lugar. Sabía que sólo era una biblioteca escolar, pero...¿no era mucho pedir que agregaran sofás al solitario lugar?. Al menos así atraerían más estudiantes interesados en escapar de su realidad.
El chico de ojos verdes se sienta a mi lado. —¿Caperucita roja? ¿No eres algo mayor para ese tipo de historias?—. Me encogí de hombros. —Comprendo, ¿quieres charlar sobre ello?. ¿Cuál es tu versión de la historia?—. Cierro el libro con notorio fastidio. —Miller, ¿podrías guardar tus distancias?—. El chico se encoje de hombros.
—Pues yo digo que el lobo se merecía morir. En el cuento no los describen por lo que son, unos monstruos. Bestias sedientas de sangre. ¿Por qué crees que nadie quiere a los lobos y todos le temen?—. Cuestiona, recargando su cabeza en una de sus manos. —¿Cuál es tu personaje favorito, Audrey?.
Observo la portada del libro y sonrío. —El lobo—. Digo en voz baja. —El lobo siempre será el malo si solo escuchamos a Caperucita. El sólo quería un poco de aire fresco del bosque, pero aquella mujer de rojo se le metió en las pupilas, en la boca, en el cuerpo, en las entrañas. El lobo se enamoró.
— Tu versión de la historia es patética, los monstruos no se enamoran—. Contesta Harry rodando los ojos. — Te equivocas, los monstruos también se enamoran. ¿Lo dices por la apariencia del lobo? Los peores monstruos son aquellos que no se ven ni hablan como monstruos.
— El amor no puede con todo—. Dice Harry. — Puede con todo, tanto en capacidad como en destrucción—. Le contradigo. Harry frunce el ceño. — No lo sé, nunca me he enamorado de alguien. Tú debes saber un poco más, tienes novio—. Da por terminada la conversación.
Stiles.
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¡Oye, Stiles!
FanfictionHay dos tipos de personas que no pueden mirarte a los ojos; Alguien tratando de ocultar una mentira. Y alguien tratando de ocultar su amor. Audrey Lawson era la segunda, esta enamorada de Mieczyslaw Stilinski desde que estaban en jardí...