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Cabeceiras, Brazil.



Argent.



Mantengo el paquete en mi chaqueta evitando que se dañe con la lluvia, entro en el auto de policía al tiempo que el hombre me apunta con su arma. — ¿Es realmente necesario? —. Le pregunto. —Si un Argent me pide que quede con él a solas en mitad de la noche, traigo una pistola —. Responde. —Bien, ¿qué tal si pones la tuya en el salpicadero donde pueda verla? —. Dirijo la mano a mi costado. —Despacio, por favor —. Pide.

Obedezco. — ¿Bien? —. Cuestiono. —No olvidemos la de tu cinturón —. La saco sin chistar. — ¿El cuchillo en tu manga? —. Cuestiona. — ¿Crees que llevo un cuchillo en la manga? —. Lo saco. — ¿Quieres dejarme completamente indefenso? —. Pregunto.

— Tienes suerte de que no te espose a la puerta —. Dejo el cuchillo. — ¿Puedo? —. Pregunto, él asiente en respuesta. Le entrego el paquete, él lo revisa. — ¿Estás tratando de insultarme con un soborno? —. Cuestiona. — Es un pago para cualquiera que esté dispuesto a dar información —. Contesto.

— Vas a necesitar más que eso si quieres que alguien hable, y no se trata de codicia —. Comenta. — ¿Miedo?—. Cuestiono. — Superstición —. Corrige. — ¿De qué tipo? —. Pregunto. — No quieres saberlo —. Asegura.

— Capitao, vine aquí específicamente para descubrir cosas que no quiero saber. Dime por qué todo el mundo está tan asustado aquí abajo. Te sorprendería lo abierto de mente que puedo ser.

Él asiente. — Todo empezó con un asesinato en masa. Encontramos doce cuerpos. Sin identidades, sin sospechosos, sin pistas. Empezamos una investigación, trayendo a todo hombre disponible para encontrar a los asesinos. Pero no éramos los únicos buscando. Alguien más quería saber quién había hecho esto. Alguien que quería encontrar a los asesinos más que nosotros. Alguien enfadado, muy enfadado. Llegó a plena luz del día. Atacando en silencio. Dijeron que se movía con una rapidez imposible. Sus dientes tan afilados como cuchillas. Medía más de dos metros —. Lo interrumpo.

— ¿Dos metros? —. Cuestiono. — Pueblos pequeños, supersticiones grandes —. Contesta. — ¿Qué paso después? —. Pregunto.

Él prosigue. — Llegó a ellos con una fuerza increíble. Y lo que pasó después, fue "desumano". Dijeron que sus ojos brillaban, cambiaban de color —. Lo miro. — ¿Azul? —. Pregunto. —¿los has visto? —. Cuestiona. — De cerca —. Contesto.

— Entonces, ¿tú también te lo crees? ¿Crees en los hombres lobo? —. Pregunta. —Creo en Derek Hale—. Confieso. 

— Por favor, no me mates. Por favor, no. Déjame—. Pide el hombre. — Dilo —. Ordena Derek. — Lobisomem. Hombre lobo —. Dice. — Entonces, sabes lo que puedo hacer —. Indica Derek.

Se pone de pie para enfrentar a los hombres a su espalda, y los golpea dejándolos inconscientes. — ¿Por qué estás cazando hombres lobo? —. Cuestiona Derek. —Por ti. Él te quiere. No le importan los demás, él solo te quiere a ti —. Contesta.

— ¿Quién? —. Pregunta Derek. Él se queda en silencio. — ¿Quién me quiere? —. Vuelve a preguntar Derek.

— Todos ellos dijeron lo mismo: Gerard —. Comenta. — Necesito encontrarlo —. Digo tomando mis armas. — No puedes encontrarlo. Dijeron que se convirtió en un lobo y desapareció en la niebla —. Me contradice. Pongo los ojos en blanco. — Se fue en coche —. Digo.

¡Oye, Stiles!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora