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Stiles. 


Termino de cepillarme los dientes justo cuando Leila entra a la habitación. —¡Stiles! ¡Mira lo que hizo Audrey!—. Salgo del baño y me encuentro con una escena muy divertida; Leila llena de pies a cabeza de pintura azul, excepto su cabello rubio. —No es para tanto, ahora si te pareces a pitufina—. Dice Audrey entrando con una galleta en sus manos, tiene una pijama con diseños de batman que no es necesario verla dos veces para saber que le pertenece a mi prima. Me río, Leila me fulmina con los brazos cruzados. 

— Nunca estás de mi lado—. Y abandona la habitación como si esta fuera una pasarela y ella la más diva. Pero antes de entrar a su habitación nos mira y guiña su ojo, rodamos los ojos con diversión. —¿Qué hizo esta vez?—. Le pregunto, cada vez que Audrey se quedaba a dormir le gastaba una broma a Leila

— Yo puse bandera blanca, ella fue la que quiso hacerme la broma y ya viste el resultado—. Alza las manos en signo de paz, mi mirada se posa en la gallea que está comiendo. — ¿Desayunas galletas de chocolate?—. Digo , Audrey observa la galleta en sus manos y luego a mí. — Está rica—. Dice con la boca llena.

Se la quito, me apresuro en bajar las escaleras. —¡Oye! ¡Oye, Stiles! ¡Devuélvemela!—. Me persigue hasta la cocina donde me detengo, choca con mi espalda y escucho que cae al suelo. Extiendo mi mano con una sonrisa, pero la rechaza con el ceño fruncido. —El desayuno es la comida más importante del día, te dejaré comer galletas como merienda. 

— Il disiyini is li cimidi mis impirtinti dil dii—. Repite desde el suelo, me agacho a su altura, me sorprendo al notar que sus ojos eran más oscuros de cerca, estos me miran desafiantes. —Te quiero, por eso necesito que te alimentes bien—. Despeino su cabello, noto que sus mejillas están sonrojadas y acuno su rostro con mis manos. —¿Estás enojada conmigo?.

Asiente sin mirarme. —¿Si te doy la galleta dejarás de estarlo?—. Entrecierra sus ojos sabiendo que tramo algo, y me llevo la galleta a mi boca, comiéndola frente a ella. —Te prepararé un desayuno digno para una dama—. Me levanto, y la ayudo a levantarse en contra de su voluntad. 

— Eres una mala persona—. Murmura detrás de mi. —Lo sé, ¿qué te gustaría?, sé hacer tostadas con mermelada, tostadas con mantequilla, tostadas con nutella, tostadas con ketchup—. Me giro para mirarla, se lleva la mano a su barbilla y se da unos toques con ella en una expresión pensativa. — ¿Qué tal tostadas con mantequilla? Haré café para ti y chocolate caliente para mí.

Cuando se da la vuelta para usar la cafetera, enarco mis cejas. —¿No te gusta el café?—. Cuestiono, esta niega suavemente. —Sólo el de tus ojos—. Dice con diversión, pero rasco mi nuca nervioso, evito mirarla. —Oye, basta, las malas personas no se ven lindas sonrojadas—. Comenta desde el otro lado de la cocina. 

— ¿Cómo...?—. La observo cuando pone la taza de café en la mesa, su mirada se conecta con la mía. —Escucho los latidos de tu corazón, es fácil deducir eso cuando este se aceleró—. Explica encogiéndose de hombros. —Si no te conociera diría que estás coqueteando conmigo—. Se detiene, y sé que su seguridad al hablar se ha ido. —¿En serio? lo siento, no sé coquetear así que lo hago involuntariamente. 

Eso lo sabía. Alguien más entra en la cocina. —Vaya, un aroma delicioso a café despierta a cualquiera. Buenos días, hijo, Audrey—. Saluda mi padre tomando asiento. —Buenos días, señor Stilinski/papá  —. Decimos al unísono, este nos mira divertido. —Me gusta cuando estás aquí, Audrey. Tú haces que esta casa tenga un aura maternal y cálida—. Lo observo rápidamente, esta conversación no tomaba un camino sano.

¡Oye, Stiles!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora