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Me sentía agotada, me giré en cuanto percibí su olor. Intenté esquivar sus ataques, cosa que no era fácil, sus garras me rasguñaron la mejilla provocando una herida que no tardó en sanarse. Golpeé su estómago, provocando que se alejara unos cuantos metros de mí, permitiéndome respirar. — Estás distraída, ¿me dirás por qué? —. Preguntó Derek mientras se secaba el sudor, asentí y tragué saliva. 

 — Me preocupa el hecho de que el Alfa está por allí con la intención de crear betas, no quiero que personas inocentes estén relacionadas con lo sobrenatural. Nuestro deber es protegerlas de este mundo tan cruel—. Respondí, Derek me observó unos segundos para luego dejar escapar un suspiro. — No creo que sea sólo eso lo que te preocupa, anda, confía en mi—. Se sentó y palmeó el lugar vacío a su lado. Dejé escapar un risa y me senté a su lado. 

— Eres consciente de que Beacon Hills es uno de los lugares más peligrosos—. Comencé a contarle, me miró con su particular expresión de "¿Me lo dices o me lo preguntas?", pero se quedó en silencio. — Sabes que mis amigos son un imán de problemas, y por ello, temo que alguno de ellos sea convertido en lobo—. Derek palmeó mi hombro. 

— No puedes evitar lo inevitable, Audrey. Y sé que entre esos amigos tuyos, lo que te preocupa es que el chico que te gusta sea mordido por el Alfa, pero ten en cuenta que, ese chico valdrá la pena si te acepta como eres—. Me guiñó un ojo. —¿No crees que es muy tarde ya? Ven, debemos buscar el cuerpo de Lauren antes que los policías y cazadores metan sus narices en donde no le llaman —. Nos quedamos en silencio, conectamos miradas y ambos sentíamos nuestra nostalgia. Lauren siempre fue una chica imperactiva, amigable, cuyo corazón era enorme. Dejé escapar un suspiro y asentí, nos levantamos. De repente, escuchamos un aullido y un grito desgarrador. Comenzamos a correr, ese había sido otro ataque del Alfa. 

No encontramos nada, se había escapado, pero ayudé a Derek a mover el cadáver de Lauren. Quien estuvo aquí, sin duda, había visto la mitad del cuerpo. 

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El campo de lacrosse no era mi lugar favorito, el entrenador gritaba a los jugadores y cada vez que sonaba ese silbato tenía unas inmensas ganas de arrancarselo y romperlo. O simplemente esperar a que las venas en su cuello explotaran, pero no tenía tanta suerte. 

Leila movía sus brazos como una completa lunática para que le prestara atención y me sentara a su lado. Me reí, para acercarme a donde se encontraba. Lydia Martin y Allison Argent estaban justo a nuestro lado, fruncí el ceño. Realmente odiaba a esa chica Argent, todo aquel que llevara sangre Argent eran unos desgraciados, escorias, eran mucho peores que nosotros los lobos. Aquel que sea capaz de acabar con una vida, es un maldito. 

La agilidad de Scott McCall al momento de agarrar aquellas pelotas me dejó perpleja, vaya que tiene talento. Al parecer a la Argent le interesaba, y al ver que Leila saltaba emocionada de que su mejor amigo fuera increíble intentó sacar un tema de conversación. —¿Quién es él? ¿Lo conocen?—. La miramos, Leila asintió con una sonrisa mientras yo solté un bufido.

— Scott McCall, mi mejor amigo—. Alardeó Leila a mi lado, Allison asintió con una sonrisa. —Oh, entiendo, vaya que es bueno—. Lo pensé unos segundos. ¿Scott McCall no era asmático? Eso no podía curarse de la noche a la mañana ¿o sí?. Definitivamente debo preguntarle a Derek. 

— ¿Tú no eres la chica que golpeó a la otra chica de nombre Leah?—. Preguntó Allison. Y aquí vamos, tendré una fama de bravucona el resto de mis días en la preparatoria Beacon Hills. — Sí, lo soy—. Respondí con fastidio. Ser de pocas palabras no era lo mío, pero si sabía que esa era una técnica de Derek para alejar a las personas. Y realmente quiero a Allison Argent alejada de mí. 

¡Oye, Stiles!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora