EN EDICIÓN LENTA.
[Libro #4 de la saga "About Werewolves and Witches"]
NOTA: por favor, lee la tercera sección del libro Steredith antes de empezar con este.
Preparándose para su último año de preparatoria, las únicas preocupaciones de la manad...
—Mer, yo-yo puedo explicarlo —murmuro al cabo de unos largos segundos en completo silencio, sintiendo un nudo en la garganta y nada preparado para su rechazo.
—Oh, por... ¿Estás herido? ¿Te encuentras bien? —suelta ella, su voz teñida de preocupación, al tiempo en que corre hacia mí.
Anonadado, habiendo esperado que me gritara que soy un asesino o huyera de mí al instante, la observo acunar mi rostro y analizarme con escrutinio antes de envolverme en un abrazo que denota alivio y consternación. Recién ahora me percato de la sensación de calidez danzando en mi pecho, esa que hace unas semanas atrás comencé a tener cada que ella está cerca.
—Estoy, estoy bien. ¿Q-qué haces aquí? ¿Cómo me-me encontraste? —balbuceo, poniendo mis manos en su cintura para separarla de mí y poder verla a la cara.
—N-no lo sé —me dice, sacudiendo la cabeza—. No sé cómo explicarlo, pero sentí que estabas en peligro y, supe, supe que estabas aquí, en la escuela. ¿En serio estás bien? —me pregunta, acunando mi rostro de nuevo.
Voy a repetirle que sí, que estoy bien, mas justo en ese momento Donovan tose con fuerza, obligándonos a ambos a mirar en su dirección. Por un brevísimo instante me olvidé de él.
—Ayúdame —le pido a mi novia, sin mirarla, avanzando ya hacia el chico empalado—. Hay que sacar la barra de su pecho —continúo diciendo, cerniendo las manos alrededor de dicho objeto, sintiendo la frialdad del líquido escarlata impregnándose en la piel de mis palmas y dedos—. Usa tu magia y no pises la sangre.
Con un ruido nasal afirmativo, ella cede sin más. Estoy seguro de que ahora está nerviosa y asustada, pero esto tiene que funcionar. Tenemos que salvar a Donovan.
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Respiro hondo y profundo, sosteniendo el aire en mis pulmones al hacer fuerza y tratar de halar la barra metálica, deteniéndome cuando Donovan jadea, tose y, con su mirada llena de odio fija en mí, pierde la vida. Su cabeza cae hacia atrás, cediendo ante su mismo peso, y entonces mi atención se desvía hacia la herida en su pecho, viendo un fluido plateado salir de ésta y mezclarse con su sangre.
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