Capitulo 24

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—¡Papi!

Gritó la pequeña pelinegra saltando a sus brazos.

—Mi pequeña princesa —musitó contra sus ondulado cabello.

Su pequeña hija le miro con una sonrisa esplendorosa, escuchando amorosas palabras de su padre mientras reía encantada en sus brazos. Era un recuerdo perfecto...

Hasta que dejó de serlo. El brillo feliz de su rostro se transformo en pánico, su pequeño cuerpo convulsiono entre sus brazos mientras grotescos gritos escaparon de sus labios hasta taladrar el corazón de Sirius fragmentos.

—Adha —llamó— ¡Adha! ¡Adhara! ¡ADHARA!

Sabía con certeza lo que provocaba aquellos atronadores gritos, pero por más que buscaba a su alrededor no podía encontrar la fuente. Entre sus brazos gritaba su pequeña bajo los efectos de la maldición Cruciatus, tratando de entender en su confundida mente el dolor que atacaba su cuerpo.

Quería que sus gritos cesarán, pero no de aquella manera. Una maldición de aquella fuerza... ningún infante era capaz de resistirla por mucho tiempo, ni siquiera su Adhara. Los agónicos sonidos de su garganta comenzaron a extinguirse junto al balanceo de su pecho, la luz murió en sus ojos, y solo un frío rostro de pánico quedo como recuerdo de la vida que se había extinguido.

Jadeo tocando la fría piel de su pequeña, no podía entender la imagen frente él.

—Vas a estar bien —musitó con angustia— papa está aquí —graznó con la voz sollozante.

—Pero no lo estas —se burlo una voz— abandonaste a tu hija ¿No lo recuerdas?

El contorno de una alta figura de humo se materializó frente a él.

—Yo no... —¿Había dejado Adhara? — nunca la he dejado.

—¿Estas seguro? —cuestionó la cruel figura con sorna— Tal vez quieras observar mejor.

El cuerpo de su hija había desaparecido para dar paso a los cuerpos inertes de Lily y James. Grito, porque era cierto, había dejado Adhara ¿Qué era esta pesadilla? ¿Era la verdad que había buscado por años? ¿Adhara estaba muerta? Pero si esta era una visión...

¿Su pequeńa había muerto bajo el Cruciatus?

—No —susurró en negación.

—¿Papi?

La pálida figura de su hija apareció a lado de la figura de humo que lo atormentaba.

—¡Adhara! —exclamó.

Corrió hacia ella, pero su cuerpo rebotó contra una fuerza invisible que le impedía acercarse. Adhara levantó su mano, en un vano intento de alcanzarle, llorando mientras cadenas subían por su cuerpo y la sujetaban a su lugar.

—¡DEJA A MI HIJA! —grito desquiciado Sirius.

—No te equivoques, Sirius Black —dijo la sombría figura— no soy yo quien la encadena.

—¿Qué...?

Adhara estiraba su mano, pero no para tocar a su padre, la extendía para alcanzar la llave que flotaba cruelmente frente a ella. Sirius bajo su mirada, en su mano sostenía un manojo de cadenas, las mismas que sujetaban Adhara. Trato de soltarlas, pero su mano se negaba hacerlo.

—Esa noche no fuiste el único condenado —el frío estremeció el cuerpo de Sirius— recuerda eso, Sirius Black.

El mundo se agitó ante sus ojos hasta volverse completamente oscuro.

Adhara BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora