Por supuesto que lo sabía, lo había descubierto en el instante en el que Adha y su "abuelo" habían arribado.
La capa había sido un buen intento. Pero la altura, y especialmente, sus pies descalzos habían delatado que se trataba de un elfo doméstico. Incluso había visto su raída túnica bajo su escueto disfraz.
Pero contra su mejor razonamiento había actuado como si no sospechará nada. Si se detenía a pensar, la ropa de Adha era vieja y poco zurcida a su medida, el que no viniera con algún familiar significaba que no tenía ninguno. Era una huérfana con la bastante suerte de contar con un elfo doméstico, extrañas criaturas que se sentían más unidos a los amos más jóvenes, claro ejemplo era el de Adha, que había ido contra las normas más básicas para ayudarla en su pequeña aventura.
Los duendes de Gringgots eran lo bastante avariciosos para acordar discreción. No todo los días habrían una bóveda para una niña pequeña, la clase de información que el ministerio no daba por sentado, como era su costumbre.
Con un disimulado recordatorio sobre el valor físico que abarcaba dentro del viejo banco, los duendes no habían hecho más que jurar que ni una sola palabra saldría del banco, especialmente tratándose de una nueva socia de alguien tan importante como él. Hyssa les había hecho ver lo contraproducente que sería frenar a alguien tan valiosa por algo tan minúsculo como su carencia de guardia legal, el ministerio no tenía poder sobre las operaciones Gringgots, así que ambas partes habían acordado que Adha obtendría total control sobre sus inversiones y movimientos.
Todo esto había sido elaborado en cuestión de minutos, mientras la joven Adha y su "abuelo" examinaban el contrato que les había entregado.
—Ni una palabra, no quiero ver la más mínima nota en el profeta.
—Ni una palabra, Lord Hyssa —concedió el duende.
Con una mirada afirmativa de ambas parte, regresaron al despacho.
—¿Lista para firmar, Adha?
Una fracción de sonrisa se estiró por la comisura de sus labios al ver aspecto alegre de Adha, no era un fanático de los niños, pero Adha Kreach tenía algo simplemente encantador en su esencia.
—¡Si! —exclamó— Todo perfecto.
Diez minutos después, ambos se despedían con la promesa de encontrarse al día siguiente para comenzar con los preparativos de lo que seria un negocio de lo más lucrativo.
—¡Compremos comida, Kreacher!
—¿A dónde crees que vas, mocosa? —la detuvo de un jalón y comenzó arrastrarla al sentido contrario— primero debemos arreglar esas fachas tuyas, vergüenza suficiente haz pasado con ese vestido, necesitas ropa a la medida de tu nuevo negocio.
Y eso sería lo más cercano que Kreacher estaría de felicitarla.
—De acuerdo —murmuró Adhara feliz.
Unas cuantas semanas después, una rutina había sido establecida. Adhara se marcharía todo los días alrededor de las nueve de las mañana, y a la hora del almuerzo, Kreacher aparecería murmurando una serie de improperios sobre lo desorganizado que Adhara mantenía su lugar de trabajo. Pero jamás organizaría el sitio más allá de recoger papeles del suelo, ambos no necesitaban palabras para saberlo, pero Adhara inconscientemente tenía un patrón en su desorden, y organizar significaba romperlo.
Una vez que el elfo se encontraba satisfecho con su labor; Adhara alimentada y los papeles del suelo recogidos, Kreacher regresaría a la honorable casa Black y se prepararía para la cena. La cocina, en otros tiempos maltrecha, ahora relucía a pesar de su aspecto envejecido, no había gaveta que no se encontrara llena de comida.
Grimmauld place solo estaba dando tímida pinceladas de lo que alguna vez había sido la gloriosa casa, pero era su mejor estado en años, y no había otro lugar que Kreacher o Adhara llamaran su hogar.
—¡ABERRANTE CRIATURA! ¡APAGA TU SONIDO INFERNAL!
Tal vez otro de los grandes cambios, había sido la recién añadida rebeldía de Adhara. No había día que no aprovechará para recordarle a Walburga que los genes Black habían sido heredados a una mocosa insoportable.
¿Había tratado de echarla? Claro que si, pero Phineas había ganado la discusión, después de todo tenía más poder y antigüedad en la casa que la misma Walburga, incluso si no hacía uso de tal poder muy seguido.
—¡Lo siento, no puedo oírte!
Adhara había estado un día merodeando por las habitaciones de la ancestral casa Black, hasta topar con una colección particularmente extraña para la extremista sangre pura que eran los Black.
Eran cassets, incluso un tocadiscos y viniles, todos arrumbados entre polvo y telarañas. Solo había sido cuestión de poner el primer disco para enamorarse completamente de la colección, Walburga no había tenido paz desde entonces.
Horas después se enteraría, para su sorpresa, que se trataba de la habitación de Sirius. Cosa que terminaría por impórtale poco, sus objetos no representaban un valor emocional, simplemente le gustaban, y no por ello dejaba de resentir al condenado de su progenitor
Y como un sueño, con días llenos de diversión, comida, y cero penurias... Navidad se acerco. Adhara no había sacado a relucir la fecha, jamás había tenido regalos, pero incluso ella sabía que se trataba de buenos días, la gente era más accesible a dar limosna. Mike y ella siempre aprovechaban para comprar dos rosquillas y merendarlas con algo de té, ese era su pequeña, pero especial celebración.
Así que el día que un árbol de Navidad apareció inesperadamente en la sala, sé quedo sin palabras.
—¿Que haces parada ahí? Agarra las esferas —increpó Kreacher arrojándole una caja— ¡Hay que decorar el árbol!
Pero Adhara solo podía ver lo alto y verde que el abeto era. Lagrimas comenzaron a formarse en sus ojos, un suspiro brotó de sus labios, a penas podía creer que iba a tener un árbol como aquellos que había visto en revistas.
—Eres el mejor, Kreacher.
Kreacher replicó con un bufido, pero con la cabeza dentro de un costal lleno de adornos, se permitió enrojecer hasta la punta de sus orejas.
Les llevo toda la tarde, pero hasta el extremo más lejano quedo decorado, y en la punta, Adhara colocó una estrella encantada que giraba y lanzaba copos de nieve.
Con una taza caliente de chocolate, y un pequeño plato de galletas. Adhara se quedo observando el árbol el resto de la noche con una sonrisa inmensa.
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•Público a pesar de estar terminando el año con un sentimiento de tristeza profundo. Este año va acabar triste para mí, pero espero que estos cambios inesperados sean para mejor.
Muchas gracias por leer. Espero actualizar antes de que termine el año.
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Adhara Black
Hayran KurguLa pequeña hija de Sirius Black ha desaparecido durante el ajetreo de la muerte de los Potter, ni el ministerio ni los Aurores han encontrado pista de su paradero. Sucesos inesperados y de lo más fortuitos guiarán Adhara al camino de un guardián inu...