Capitulo 15

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Incluso sabiendo que era completamente inocente, Adhara no podía evitar sentir un poco de nerviosismo. Estaba por conocer a la figura más importante del mundo mágico, el ministro Cornelius Fudge... e iba a tener que contradecirle por completo, y avergonzarle lo suficiente para que Ojo loco cumpliera su parte del trato.

Suspiro, al menos tenía un plan B en caso de que en el peor de los casos fuera la primera menor de edad en pisar Azkaban. Gracias al cielo, El Auror que la escoltaba había hecho claro su desagrado al ministro, aunque no podía considerarle un aliado, al menos podía llamarle su respaldo en caso de que la situación se saliera de control.

—Aquí es —había gruñido Moody al llegar a una puerta doble de roble— prepárate.

Ni bien entraron, una voz siseo su nombre como si se tratara de Lucifer encarnado.

—Adhara Black —por su aspecto, debí tratarse del mismísimo Cornelius Fudge— ¿Creíste que podrías traer tu tenebrosa herencia de vuelta? ¿Seguir con las enseñanzas de tu maestro?

Adhara parpadeó.

—¿Acaso es estúpido? —pregunto sin pensar—Tengo doce ¿Que tan peligrosa cree que soy? —cuestionó con incredulidad—. Qué gran pecado llevar la sangre de los Black —ironizó con molestia— no sabía que te podían incriminar por un apellido.

—¡Los Black son fieles seguidores de las artes oscuras! ¡Son una casa de mortifagos! —atacó Fudge enardecido— ¡Es claro que intrigas para volver a reunir a sus seguidores?

—Pensé que el ministerio se había encargado de apresar a todos los mortifagos —soltó mordaz, comenzando a molestarse por las irreverentes tonterías del ministro— Es lo que declararon al Profeta —le recordó antes de sonreír falsamente— ¿Esta sugiriendo que dejaron libre a más de uno? Eso no habrá muy bien de ustedes ¿No cree?

El ministro pareció perder la voz, y a su lado, ojo loco ocultaba el amago de una sonrisa.

—¡¿Estás tratando de extorsionarme?! —rugió para la completa irritación de Adhara— Nadie creería las palabras de una chiquilla, no hay mortifagos sueltos, ¡Son calumnias!

Adhara sonrió dulcemente.

—Tiene toda la razón, soy una niña, que se yo de mortifagos, es claro que usted es el experto —era un idiota absoluto— es un alivio saber de la eficacia del ministerio, sobre todo porque apresó a los miembros corruptos de los Black.

—Q-qué —no estaba listo para que revirtiera la situación, mucho menos con sus propias palabras... suyas, del ministro de magia— ¡Y lo volveré hacer! —exclamó, sin pensar en darle la victoria a la mocosa frente a él— Tu, Adhara Black, vas a sufrir una condena ejemplar en Azkaban.

Era un completo imbecil, esa era la conclusión a la que había llegado la pequeña heredera de la noble y ancestral casa Black.

—Acaba de decir que apresó a todos los mortifagos —le recordó con sequedad— ¿Bajo que justificación piensa encerrarme en una prisión de alta seguridad? No sé si esté informado, pero el ministerio de Magia Británico firmó un acuerdo internacional en 1952, y ahí estipula claramente que ningún menor podrá ser enviado a ninguna prisión mágica.

—A excepción de casos extraordinarios —rebatió el ministro.

—Por tortura y muerte, pero no he cometido ni la primera ni la segunda —siseo Adhara de vuelta— ¿Quiere mandarme a Azkaban? Le recuerdo que sin excepción alguna debe haber un juicio previo, y le prometo que si trata de encerrarme injustamente que voy a demandarlo por perjurio y daños Emocionales.

Adhara BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora