Capitulo 32

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—Ey, Black —Dellawer aúllo desde su celda— Black —insistió.

Sirius alzo un poco la vista a su diminuta ventana, era de noche, tan oscura y viciosa como todas las anteriores. No hizo esfuerzo alguno por levantar su cuerpo, o siquiera aventarse al suelo, continuo recostado contra la pared con la mirada fija al vació. Diciembre era especialmente duro para los prisioneros de Azkaban, los guardias estaban de mal humor por no poder ir a sus casas a celebrar, no es que alguna vez se les viera sonreír, pero al menos tenían la decencia de no azotar la escasa y escuálida comida con la que los alimentaban. Y los Dementores; esas criaturas horrendas, encontraban profundo placer en hacerlos miserables en Navidad, pero sobre todo en año nuevo, amaban recordarles que otro año mas había transcurrido

Incluso en su forma de animago, era tormentoso escuchar los gritos de los pocos prisioneros que conservaban la cordura. Su estado animal tal vez lo protegía de los constantes ataques de los Dementores, pero en el aspecto psicológico era poco lo que su estado animago podía ayudarlo.

Era un hombre roto.

—¡Black! —grito con desespero— ¡Black!

Sirius continuo sin prestarle atención.

—¡Por favor! —rogó Dellawer— ¡Ya no lo soporto mas! ¡Por favoooor! —aúllo— puedo ayudarte, si, puedo ayudarte —balbuceo— se donde esta tu hija, puedo decirte donde esta.

Se levanto de un brinco, desbordando una furia frenética.

—¡Cállate! ¡CÁLLATE DELLAWER! —rugió— ¡No sabes nada maldito psicópata!

—Por favor, mátame ¡Mátameeee! —grito al borde del colapso— Eres un asesino ¿No? —Sirius grito entre sus barrotes mientras lo escuchaba reír de él— lo eres, claro que lo eres, asesino en masas te llaman ¿Que dices? ¿Un ultimo trabajo antes de pudrirte en las celdas de Azkaban? —reto con sorna— ¡Vamos, Black! ¡Hazlo!

Era tan fácil meter sus huesudas manos entre los barrotes de la ventanilla que los separaba y estrujar sus horrendas palabras, su necedad de convertirlo en algo que no era, no importaba lo que todos creyeran, él no era un asesino.

—¡VETE AL INFIERNO DELLAWER!

—Ya estamos en él, Black —siseo— ya estamos en él —canturreo antes de caer en risas histéricas— lo hiciste ¿Cierto? mataste a tu hija —acusó burlón—por eso nadie la encontró —continuo ante su mortal silencio— ¡Por que su padre la mato! !Y tratas de sonar tan inocente! ¡Llamando por ella! ¡Rogando por encontrarla! —soltó con falsa compasión— ¿Te volvió loco matarla? —pregunto con genuina curiosidad— ¡Eres un hombre retorcido, Black!

Sirius se arrodillo en una esquina, con las manos sobre sus oídos, tratando de bloquear las risas infernales de Dellawer.

—No la mate —susurro— no la mate— repitió una y otra vez— no mate a mi hija, no lo hice.

Su cuerpo se sacudió entre sollozos.

Dellawer amaneció muerto la mañana siguiente, estrangulado con su propio pantalón. Pero claro que siendo él su vecino, se le culpó inmediatamente. Al menos no volvieron a ponerle ningún compañero contiguo después de eso.

Aunque había algo que molestaba a Sirius, el hecho que Dellawer se marchara teniendo la razón...

Ya estaban en el infierno.

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Año nuevo fue increíble para Adhara. Aunque amaba su nueva habitación; definitivamente el mejor regalo de navidad de su vida, había tenido que volver a la casa de su madre, porque por primera vez conocía su nombre y sabia que la había amado, que no la había abandonado, que aunque era doloroso, lo único que las separo fue su muerte.

Adhara BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora