Capítulo 4

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 A poca distancia de Hasetsu vivía una familia con la que los Katsuki tenían especial amistad. Sir Takeshi Nishigori había tenido con anterioridad negocios en Barcelonding, donde había hecho una regular fortuna y se había elevado a la categoría de caballero por petición al rey durante su alcaldía. Esta distinción se le había subido un poco a la cabeza y empezó a no soportar tener que dedicarse a los negocios y vivir en una pequeña ciudad comercial; así que dejando ambos se mudó con su familia a una casa a una milla de Barcelonding, denominada desde entonces Nishigori Lodge, donde pudo dedicarse a pensar con placer en su propia importancia, y desvinculado de sus negocios, ocuparse solamente de ser amable con todo el mundo. Porque aunque estaba orgulloso de su rango, no se había vuelto engreído; por el contrario, era todo atenciones para con todo el mundo. De naturaleza inofensiva, sociable y servicial, su presentación en St. Kuubo le había hecho además, cortés. La señora Nishigori era una buena mujer aunque no lo bastante inteligente para que la señora Katsuki la considerase una vecina valiosa. Tenían varios Omegas. El mayor, un Omega inteligente y sensato de unos veinte años, era el amigo íntimo de Otabek y Yuuri.

Que las Nishigori y los Katsuki se reuniesen para charlar después de un baile, era algo absolutamente necesario, y la mañana después de la fiesta, las Nishigori fueron a Hasetsu para cambiar impresiones.

--Tú empezaste bien la noche, Phitchit --dijo la señora Katsuki fingiendo toda amabilidad posible hacia el omega mayor Nishigori --. Fuiste al primero que eligió el señor Nikiforov.

--Sí, pero pareció gustarle más la segunda pareja.

--¡Oh! Te refieres a Yuuri, supongo, porque bailó con él dos veces. Sí, parece que le gustó; sí, creo que sí. Oí algo, no sé, algo sobre el señor Fujita.

--Quizá se refiera a lo que oí entre él y el señor Fujita, ¿no se lo he contado? El señor Fujita le preguntó si le gustaban las fiestas de Barcelonding, si no creía que había Omegas muy hermosos en el salón y cuál le parecía el más lindo de todos. Su respuesta a esta última pregunta fue inmediata: «El mayor de los Katsuki, sin duda. No puede haber más que una opinión sobre ese particular.»

--¡No me digas! Parece decidido a... Es como si... Pero, en fin, todo puede acabar en nada.

--Lo que yo oí fue mejor que lo que oíste tú, ¿verdad, Otabek? --dijo Phitchit

--Merece más la pena oír al señor Nikiforov que al señor Plisetsky, ¿no crees? ¡Pobre Beka! -- dijo Lady Nishigori.

--Le suplico Lady Nishigori que no le meta en la cabeza a Beka que se disguste por Plisetsky. Es un Alfa tan desagradable que la desgracia sería gustarle. La señora Min-So me dijo que había estado sentado a su lado y que no había despegado los labios.

--¿Estás segura, mamá? ¿No te equivocas? Yo vi al señor Plisetsky hablar con ella.

--Sí, claro; porque ella al final le preguntó si le gustaba Ice Castle, y él no tuvo más remedio que contestar; pero la señora Min-So dijo que a él no le hizo ninguna gracia que le dirigiese la palabra.

--La señorita Nikiforov me dijo -- comentó Yuuri -- que él no solía hablar mucho, a no ser con sus amigos íntimos. Con ellos es increíblemente agradable.

--No me creo una palabra, querida. Si fuese tan agradable habría hablado con la señora Min-So. Pero ya me imagino qué pasó. Todo el mundo dice que el orgullo no le cabe en el cuerpo, y apostaría a que oyó que la señora Min-So no tiene coche y que fue al baile en uno de alquiler.

--A mí no me importa que no haya hablado con la señora Min-So --dijo Phitchit --, pero desearía que hubiese bailado con Otabek.

--Yo que tú, Beka --agregó la madre--, no bailaría con él nunca más.

--Creo, mamá, que puedo prometerte que nunca bailaré con él.

--El orgullo --dijo Phitchit -- ofende siempre, pero a mí el suyo no me resulta tan ofensivo. Él tiene disculpa. Es natural que un Alfa atractivo, con familia, fortuna y todo a su favor tenga un alto concepto de sí mismo. Por decirlo de algún modo, tiene derecho a ser orgulloso.

--Es muy cierto --replicó Otabek --, podría perdonarle fácilmente su orgullo si no hubiese mortificado el mío.

--El orgullo --observó Georgi, que se preciaba mucho de la solidez de sus reflexiones--, es un defecto muy común. Por todo lo que he leído, estoy convencido de que en realidad es muy frecuente que la naturaleza Verse sea especialmente propensa a él, hay muy pocos que no abriguen un sentimiento de autosuficiencia por una u otra razón, ya sea real o imaginaria. La vanidad y el orgullo son cosas distintas, aunque muchas veces se usen como sinónimos. El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros.

--Si yo fuese tan rica como el señor Plisetsky -- exclamó una joven Nishigori--, no me importaría ser orgullosa. Tendría una jauría de perros de caza, y bebería una botella de vino al día.

--Pues beberías mucho más de lo debido --dijo la señora Katsuki -- y si yo te viese te quitaría la botella inmediatamente.

La joven Omega dijo que no se atrevería, ella que sí, y así siguieron discutiendo hasta que se dio por finalizada la visita.

Mi Orgullo Y Tu Prejuicio  (Omegaverse) {Yuri×Otabek}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora