Capítulo 26

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Sin otros acontecimientos importantes en la familia de Hasetsu, ni más variación que los paseos a Barcelonding, unas veces con lodo y otras con frío, transcurrieron los meses de enero y febrero. Marzo era el mes en el que Otabek iría a Nojima. Al principio no pensaba en serio ir. Pero vio que Phitchit lo daba por descontado, y poco a poco fue haciéndose gustosamente a la idea hasta decidirse. Con la ausencia, sus deseos de ver a Phitchit se habían acrecentado y la manía que le tenía a Lee había disminuido. El proyecto entrañaba cierta novedad, y como con tal madre y tan insoportables hermanos, su casa no le resultaba un lugar muy agradable, no podía menospreciar ese cambio de aires. El viaje le proporcionaba, además, el placer de ir a dar un abrazo a Yuuri; de tal manera que cuando se acercó la fecha, hubiese sentido tener que aplazarla.

Pero todo fue sobre ruedas y el viaje se llevó a efecto según las previsiones de Phitchit. Otabek acompañaría a sir Takeshi y a su segunda hija Omega, Loop. Y para colmo, decidieron pasar una noche en Yoilopolis; el plan quedó tan perfecto que ya no se podía pedir más. Lo único que le daba pena a Otabek era separarse de su padre, porque sabía que lo iba a echar de menos, y cuando llegó el momento de la partida se entristeció tanto que le encargó a su hijo que le escribiese e incluso prometió contestar a su carta.

La despedida entre Leroy y Otabek fue muy cordial, aún más por parte de Leroy. Aunque en estos momentos estaba ocupado en otras cosas, no podía olvidar que él fue el primero que mereció su atención, el primero en escucharle y compadecerle, el primero en agradarle y el primero en alborotar sus feromonas. Y en su manera de decirle adiós, deseándole que lo pasara bien, recordándole lo que le parecía lady Lilia Baranovskaya y repitiéndole que sus opiniones sobre la misma y sobre todos los demás coincidirían siempre, hubo tal solicitud y tal interés, que Otabek se sintió lleno del más sincero afecto hacia él y partió convencido de que siempre consideraría a Leroy, soltero o enlazado, como un modelo de simpatía y sencillez.

Sus compañeros de viaje del día siguiente no eran los más indicados para que Otabek se acordase de Leroy con menos agrado. Sir Takeshi y su hija Loop, una Omega alegre pero de cabeza tan hueca como la de su padre, no dijeron nada que valiese la pena escuchar; de modo que oírles a ellos era para Otabek lo mismo que oír el traqueteo del carruaje. A Otabek le divertían los despropósitos, pero hacía ya demasiado tiempo que conocía a sir Takeshi y no podía decirle nada nuevo acerca de las maravillas de su presentación en la corte y de su título de «Sir>, y sus cortesías eran tan rancias como sus noticias.

El viaje era sólo de veinticuatro millas y lo emprendieron tan temprano que a mediodía estaban ya en la calle Gracechurch. Cuando se dirigían a la puerta de los Giacometti, Yuuri estaba en la ventana del salón contemplando su llegada; cuando entraron en el vestíbulo, él ya estaba allí para darles la bienvenida. Otabek la examinó con ansiedad y se alegró de encontrarlo tan sano y encantador como siempre. En las escaleras había un tropel de niñas y niños demasiado impacientes por ver a su primo como para esperarla en el salón, pero su timidez no les dejaba acabar de bajar e ir a su encuentro, pues hacía más de un año que no lo veían. Todo era alegría y atenciones. El día transcurrió agradablemente; por la tarde callejearon y recorrieron las tiendas, y por la noche fueron a un teatro.

Otabek logró entonces sentarse al lado de su tío Chris. El primer tema de conversación fue Yuuri; después de oír las respuestas a las minuciosas preguntas que le hizo sobre su hermano, Otabek se quedó más triste que sorprendido al saber que Yuuri, aunque se esforzaba siempre por mantener alto el ánimo, pasaba por momentos de gran abatimiento, casi como si su hermano estuviera sufriendo como un Omega enlazado alejado de su Alfa. No obstante, era razonable esperar que no durasen mucho tiempo, ya que no se había formado un vínculo real. El tío Chris también le contó detalles de la visita de la señorita Nikiforov a Gracechurch, y le repitió algunas conversaciones que había tenido después con Yuuri que demostraban que este última había dado por terminada su amistad.

El tío Chris consoló a su sobrino por la traición de Leroy y lo felicitó por lo bien que lo había tomado.

––Pero dime, querido Otabek ––añadió––, ¿qué clase de Omega es el joven De la Iglesia? Sentiría mucho tener que pensar que nuestro amigo es un cazador de dotes.

––A ver, querido tío, ¿cuál es la diferencia que hay en cuestiones matrimoniales, entre los móviles egoístas y los prudentes? ¿Dónde acaba la discreción y empieza la avaricia? Las pasadas Navidades temías que se casara conmigo porque habría sido imprudente, y ahora porque él va en busca de un joven Omega con sólo diez mil libras de renta, das por hecho que es un cazador de dotes.

––Dime nada más qué clase de persona es el joven De la Iglesia, y podré formar juicio.

––Creo que es un buen Omega. No he oído decir nada malo de él.

––Pero él no le dedicó la menor atención hasta que la muerte de su abuelo lo hizo dueño de esa fortuna...

––Claro, ¿por qué había de hacerlo? Si no podía permitirse conquistarme a mí porque yo no tenía dinero, ¿qué motivos había de tener para hacerle la corte a un Omega que nada le importaba y que era tan pobre como yo?

––Pero resulta indecoroso que le dirija sus atenciones tan poco tiempo después de ese suceso.

––Un hombre que está en mala situación, no tiene tiempo, como otros, para observar esas elegantes delicadezas. Además, si él no se lo reprocha, ¿por qué hemos de reprochárselo nosotros?

––El que a él no le importe no justifica a Leroy. Sólo demuestra que ese Omega carece de sentido o de sensibilidad.

––Bueno ––––exclamó Otabek––, como tú quieras. Pongamos que él es un cazador de dotes y el un tonto.

––No, Otabek, eso es lo que no quiero. Ya sabes que me dolería pensar mal de un joven que vivió tanto tiempo en San Petersburginy.

–– ¡Ah!, pues si es por esto, yo tengo muy mal concepto de los jóvenes que viven en San Petersburginy, cuyos íntimos amigos, que viven en Kyushu, no son mucho mejores. Estoy harto de todos ellos. Gracias a Dios, mañana voy a un sitio en donde encontraré a un hombre que no tiene ninguna cualidad agradable, que no tiene ni modales ni aptitudes para hacerse simpático. Al fin y al cabo, los hombres estúpidos son los únicos que vale la pena conocer.

–– ¡Cuidado, Beka! Esas palabras suenan demasiado a desengaño.

Antes de separarse por haber terminado la obra, Otabek tuvo la inesperada dicha de que sus tíos lo invitaran a acompañarlos en un viaje que pensaban emprender en el verano.

––Todavía no sabemos hasta dónde iremos ––dijo el tío Chris––, pero quizá nos lleguemos hasta Fuji.

Ningún otro proyecto podía serle a Otabek tan agradable. Aceptó la invitación al instante, sumamente agradecido.

––Querido, queridísimo tío exclamó con entusiasmo––, ¡qué delicia!, ¡qué felicidad! Me haces revivir, esto me da fuerzas. ¡Adiós al desengaño y al rencor! ¿Qué son los Alfas al lado de las rocas y de las montañas? ¡Oh, qué horas de evasión pasaremos! Y al regresar no seremos como esos viajeros que no son capaces de dar una idea exacta de nada. Nosotros sabremos adónde hemos ido, y recordaremos lo que hayamos visto. Los ríos y las montañas no estarán confundidos en nuestra memoria, ni cuando queramos describir un paisaje determinado nos pondremos a discutir sobre su relativa situación. ¡Que nuestras primeras efusiones no sean como las de la mayoría de los viajeros! 

Mi Orgullo Y Tu Prejuicio  (Omegaverse) {Yuri×Otabek}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora