Capítulo 27

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Al día siguiente todo era nuevo e interesante para Otabek. Estaba dispuesto a pasarlo bien y muy animado, pues había encontrado a su hermano con muy buen aspecto y todos los temores que su salud le inspiraba se hablan desvanecido. Además, la perspectiva de un viaje por el Norte era para él una constante fuente de dicha. Cuando dejaron el camino real para entrar en el sendero de Nojima, los ojos de todos buscaban la casa del párroco y a cada revuelta creían que iban a divisarla. A un lado del sendero corría la empalizada de la finca de Royaling. Otabek sonrió al acordarse de todo lo que había oído decir de sus habitantes. Por fin vislumbraron la casa parroquial. El jardín que se extendía hasta el camino, la casa que se alzaba en medio, la verde empalizada y el seto de laurel indicaban que ya habían llegado.

Lee y Phitchit aparecieron en la puerta, y el carruaje se detuvo ante una pequeña entrada que conducía a la casa a través de un caminito de gravilla, entre saludos y sonrisas generales. En un momento se bajaron todos del landó, alegrándose mutuamente al verse. El Omega Lee dio la bienvenida a su amigo con el más sincero agrado, y Otabek, al ser recibido con tanto cariño, estaba cada vez más contento de haber venido. Observó al instante que las maneras de su primo no habían cambiado con el matrimonio; su rígida cortesía era exactamente la misma de antes, y la tuvo varios minutos en la puerta para hacerle preguntas sobre toda la familia. Sin más dilación que las observaciones de Lee a sus huéspedes sobre la pulcritud de la entrada, entraron en la casa. 

Una vez en el recibidor, Lee con rimbombante formalidad, les dio por segunda vez la bienvenida a su humilde casa, repitiéndoles punto por punto el ofrecimiento que su Omega les había hecho de servirles un refresco. Otabek estaba preparado para verlo ahora en su ambiente, y no pudo menos que pensar que al mostrarles las buenas proporciones de la estancia, su aspecto y su mobiliario, Lee se dirigía especialmente a él, como si deseara hacerle sentir lo que había perdido al rechazarle. Pero aunque todo parecía reluciente y confortable, Otabek no pudo gratificarle con ninguna señal de arrepentimiento, sino que más bien se admiraba de que su amigo pudiese tener un aspecto tan alegre con semejante compañero.

Cuando Lee decía algo que forzosamente tenía que avergonzar a su Omega, lo que sucedía no pocas veces, Otabek volvía involuntariamente los ojos hacia Phitchit. Una vez o dos pudo descubrir que éste se sonrojaba ligeramente; pero, por lo común, Phitchit hacía como que no le oía. Después de estar sentados durante un rato, el suficiente para admirar todos y cada uno de los muebles, desde el aparador a la rejilla de la chimenea, y para contar el viaje y todo lo que había pasado en Yoilopolis, el señor Lee les invitó a dar un paseo por el jardín, que era grande y bien trazado y de cuyo cuidado se encargaba él personalmente. Trabajar en el jardín era uno de sus más respetados placeres; Otabek admiró la seriedad con la que Phitchit hablaba de lo saludable que era para Lee y confesó que el mismo lo animaba a hacerlo siempre que le fuera posible. 

Guiándoles a través de todas las sendas y recovecos y sin dejarles apenas tiempo de expresar las alabanzas que les exigía, les fue señalando todas las vistas con una minuciosidad que estaba muy por encima de su belleza. Enumeraba los campos que se divisaban en todas direcciones y decía cuántos árboles había en cada uno. Pero de todas las vistas de las que su jardín, o la campiña, o todo el reino podía enardecerse, no había otra que pudiese compararse a la de Royaling, que se descubría a través de un claro de los árboles que limitaban la finca en la parte opuesta a la fachada de su casa. La mansión era bonita, moderna y estaba muy bien situada, en una elevación del terreno.

Desde el jardín, Lee hubiese querido llevarles a recorrer sus dos praderas, pero los Omegas no iban calzados a propósito para andar por la hierba aún helada y desistieron. Sir Takeshi fue el único que le acompañó. Phitchit volvió a la casa con su hermana y Otabek, sumamente contento probablemente por poder mostrársela sin la ayuda de su marido. Era pequeña pero bien distribuida, todo estaba arreglado con orden y limpieza, mérito que Otabek atribuyó a Phitchit. Cuando se podía olvidar a Lee, se respiraba un aire más agradable en la casa; y por la evidente satisfacción de su amigo, Otabek pensó que debería olvidarlo más a menudo. Ya le habían dicho que lady Lilia estaba todavía en el campo. Se volvió a hablar de ella mientras cenaban, y Lee, sumándose a la conversación, dijo:

––Sí, Otabek; tendrá usted el honor de ver a lady Lilia Baranovskaya el próximo domingo en la iglesia, y no necesito decirle lo que le va a encantar. Es toda afabilidad y condescendencia, y no dudo que la honrará dirigiéndole la palabra en cuanto termine el oficio religioso. Casi no dudo tampoco de que usted y mi cuñada Loop serán incluidos en todas las invitaciones con que nos honre durante la estancia de ustedes aquí. Su actitud para con mi querido Phitchit es amabilísima. Comemos en Royaling dos veces a la semana y nunca consiente que volvamos a pie. Siempre pide su carruaje para que nos lleve, mejor dicho, uno de sus carruajes, porque tiene varios.

––Lady Lilia es realmente una Alfa muy respetable y afectuosa ––añadió Phitchit––, y una vecina muy atenta.

––Muy cierto, querido; es exactamente lo que yo digo: es una Alfa a la que nunca se puede considerar con bastante deferencia.

Durante la velada se habló casi constantemente de Kyushu y se repitió lo que ya se había dicho por escrito. Al retirarse, Otabek, en la soledad de su aposento, meditó sobre el bienestar de Phitchit y sobre su habilidad y discreción en sacar partido y sobrellevar a su esposo, reconociendo que lo hacía muy bien. Pensó también en cómo transcurriría su visita, a qué se dedicarían, en las fastidiosas interrupciones de Lee y en lo que se iba a divertir tratando con la familia de Royaling. Su viva imaginación lo planeó todo en seguida.

Al día siguiente, a eso de las doce, estaba en su cuarto preparándose para salir a dar un paseo, cuando oyó abajo un repentino ruido que pareció que sembraba la confusión en toda la casa. Escuchó un momento y advirtió que alguien subía la escalera apresuradamente y lo llamaba a voces. Abrió la puerta y en el corredor se encontró con Loop agitadísima y sin aliento, que exclamó:

–– ¡Oh, Otabek querido! ¡Date prisa, baja al comedor y verás! No puedo decirte lo que es. ¡Corre, ven en seguida!

En vano preguntó Otabek lo que pasaba. Loop no quiso decirle más, ambos acudieron al comedor, cuyas ventanas daban al camino, para ver la maravilla. Ésta consistía sencillamente en dos señoras que estaban paradas en la puerta del jardín en un faetón bajo.

–– ¿Y eso es todo? ––Exclamó Otabek––. ¡Esperaba por lo menos que los puercos hubiesen invadido el jardín, y no veo más que a lady Lilia y a su hija!

–– ¡Oh, querida! ––repuso Loop extrañadísima por la equivocación––. No es lady Lilia. La mayor es la señora Jenkinson, que vive con ellas. La otra es la señorita Baranovskaya. Mírala bien. Es una criaturita. ¡Quién habría creído que era tan pequeña y tan delgada!

––Es una grosería tener a Phitchit en la puerta con el viento que hace. ¿Por qué no entra esa señorita?

––Phitchit dice que casi nunca lo hace. Sería el mayor de los favores que la señorita Baranovskaya entrase en la casa.

––Me gusta su aspecto ––dijo Otabek, pensando en otras cosas––. Parece enferma y malhumorada. Sí, es la mujer apropiada para él, le va mucho.

Lee y su esposa conversaban con las dos señoras en la verja del jardín, y Otabek se divertía de lo lindo viendo a sir Takeshi en la puerta de entrada, sumido en la contemplación de la grandeza que tenía ante sí y haciendo una reverencia cada vez que la señorita Baranovskaya dirigía la mirada hacia donde él estaba. Agotada la conversación, las señoras siguieron su camino, y los demás entraron en la casa. Lee, en cuanto vio a los dos Omegas, los felicitó por la suerte que habían tenido. Dicha suerte, según aclaró Phitchit, era que estaban todos invitados a cenar en Royaling al día siguiente.

Mi Orgullo Y Tu Prejuicio  (Omegaverse) {Yuri×Otabek}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora