Pocos días después de aquella visita, Nikiforov volvió a Hasetsu, solo. Su amigo se había ido a Yoilopolis por la mañana, pero iba a regresar dentro de diez días. Pasó con los Omegas Katsuki una hora, y estuvo de excelente humor. La señora Katsuki le invitó a comer, Nikiforov dijo que lo sentía, pero que estaba convidado en otro sitio.
––La próxima vez que venga ––repuso la señora Katsuki–– espero que tengamos más suerte.
––Tendré mucho gusto ––respondió Nikiforov. Y añadió que, si se lo permitían, aprovecharía cualquier oportunidad para visitarles.
–– ¿Puede usted venir mañana?
Nikiforov dijo que sí, pues no tenía ningún compromiso para el día siguiente. Llegó tan temprano que ninguno de los Omegas estaba vestido, La señora Katsuki corrió al cuarto de sus hijos, en bata y a medio peinar, exclamando:
–– ¡Yuuri, querido, date prisa y ve abajo! ¡Ha venido el señor Nikiforov! Es él, sin duda. ¡Ven, Mari! Anda en seguida a ayudar a vestirse al señorito Yuuri. No te preocupes de la ropa del señorito Otabek.
––Bajaremos en cuanto podamos ––dijo Yuuri––, pero me parece que Guang está más adelantado que nosotros, porque subió hace media hora.
–– ¡Mira con lo que sales! ¿Qué tiene que ver en esto Guang? Tú eres el que debe bajar en seguida. ¿Dónde están tus mallas?
Pero cuando su madre había salido, Yuuri no quiso bajar sin alguno de sus hermanos. Por la tarde, la madre volvió a intentar que Nikiforov se quedara a solas con Yuuri. Después del té, el señor Katsuki se retiró a su biblioteca como de costumbre, y Georgi subió a tocar el piano. Habiendo desaparecido dos de los cinco obstáculos, la señora Katsuki se puso a mirar y a hacer señas y guiños a Otabek y a Guang sin que ellos lo notaran. Guang lo advirtió antes que Otabek y preguntó con toda inocencia:
–– ¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué me haces señas? ¿Qué quieres que haga?
––Nada, niño, nada. No te hacía ninguna señal.
Siguió sentada cinco minutos más, pero era incapaz de desperdiciar una ocasión tan preciosa. Se levantó de pronto y le dijo a Guang:
––Ven, cariño. Tengo que hablar contigo.
Y se lo llevó de la habitación. Yuuri miró al instante a Otabek denotando su pesar por aquella salida tan premeditada y pidiéndole que no se fuera.
Pero a los pocos minutos la señora Katsuki abrió la puerta y le dijo a Otabek:
––Ven, querido. Tengo que hablarte.
Otabek no tuvo más remedio que salir.
––Dejémoslos solos, ¿entiendes? ––Le dijo su madre en el vestíbulo––. Guang y yo nos vamos arriba a mi cuarto.
Otabek no se atrevió a discutir con su madre; pero se quedó en el vestíbulo hasta que la vio desaparecer con Guang, y entonces volvió al salón. Los planes de la señora Katsuki no se realizaron aquel día. Nikiforov era un modelo de gentileza, pero no el novio declarado de su hijo. Su soltura y su alegría contribuyeron en gran parte a la animación de la reunión de la noche; aguantó toda la indiscreción y las impertinencias de la madre y escuchó todas sus necias advertencias con una paciencia y una serenidad que dejaron muy complacido a Yuuri. Apenas necesitó que le invitaran para quedarse a cenar y, antes de que se fuera, la señora Katsuki le hizo una nueva invitación para que viniese a la mañana siguiente a cazar con su marido.
Después de este día, Yuuri ya no dijo que Nikiforov le fuese indiferente. Los dos hermanos no hablaron una palabra acerca de él, pero Otabek se acostó con la feliz convicción de que todo se arreglaría pronto, si Plisetsky no volvía antes del tiempo indicado. Sin embargo, estaba seriamente convencido de que todo esto habría tenido igualmente lugar sin la ausencia de dicho caballero. Nikiforov acudió puntualmente a la cita, y él y el señor Katsuki pasaron juntos la mañana del modo convenido. El señor Katsuki estuvo mucho más agradable de lo que su compañero esperaba. No había nada en Nikiforov de presunción o de tontería que el otro pudiese ridiculizar o disgustarle interiormente, por lo que estuvo con él más comunicativo y menos hosco de lo que solía. Naturalmente, Nikiforov regresó con el señor Katsuki a la casa para comer, y por la tarde la señora Katsuki volvió a maquinar para dejarle solo con su hijo.
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Mi Orgullo Y Tu Prejuicio (Omegaverse) {Yuri×Otabek}
FanfictionEs una verdad mundialmente recconocida que un Alfa soltero necesita enlazarse con un Omega... Es una adaptación de la novela de Jane Austen "Orgullo Y Prejuicio", pero con los personajes de Mitsuroo Kubo cómo protagonistas. Es un Yurbek y un Victuur...