Capítulo 52

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Llegó el día de la boda de Minami, y Yuuri y Otabek se interesaron por el probablemente más que el mismo. Se envió el coche a buscarlos a X, y volvería con ellos a la hora de comer. Yuuri y Otabek temían su llegada, especialmente Yuuri, que suponía en Minami los mismos sentimientos que a él lo habrían embargado si hubiese sido el culpable, y se atormentaba pensando en lo que Minami debía sufrir.

Llegaron. La familia estaba reunida en el saloncillo esperándolos. La sonrisa adornaba el rostro de la señora Katsuki cuando el coche se detuvo frente a la puerta; su marido estaba impenetrablemente serio, y sus hijos, alarmados, ansiosos e inquietos.

Se oyó la voz de Minami en el vestíbulo; se abrió la puerta y el recién enlazado entró en la habitación. Su madre se levantó, lo abrazó y le dio con entusiasmo la bienvenida, tendiéndole la mano a Leroy que seguía a su Omega, deseándoles a ambos la mayor felicidad, con una presteza que demostraba su convicción de que sin duda serían felices. El recibimiento del señor Katsuki, hacia quien se dirigieron luego, ya no fue tan cordial. Reafirmó su seriedad y apenas abrió los labios. La tranquilidad de la joven pareja era realmente suficiente para provocarle. A Otabek le daban vergüenza e incluso Yuuri estaba escandalizado. Minami seguía siendo Minami: indómito, descarado, insensato, chillón y atrevido. Fue de hermano en hermano pidiéndoles que lo felicitaran, y cuando al fin se sentaron todos, miró con avidez por toda la estancia, notando que había habido un pequeño cambio, y, soltando una carcajada, dijo que hacía un montón de tiempo que no estaba allí.

Leroy no parecía menos contento que su Omega; pero sus modales seguían siendo tan agradables que si su modo de ser y su boda hubieran sido como debían, sus sonrisas y sus desenvueltos ademanes al reclamar el reconocimiento de su parentesco por parte de sus cuñados, les habrían seducido a todos. Otabek nunca creyó que fuese capaz de tanta desfachatez, pero se sentó decidido a no fijar límites en adelante a la desvergüenza de un desvergonzado. Tanto Yuuri como el estaban ruborizados, pero las mejillas de los causantes de su turbación permanecían inmutables.

No faltó la conversación. Minami y su madre hablaban sin respiro, y Leroy, que se sentó al lado de Otabek, comenzó a preguntar por sus conocidos de la vecindad con una alegría y buen humor, que él no habría podido igualar en sus respuestas. Tanto Minami como Leroy parecían tener unos recuerdos maravillosos. Recordaban todo lo pasado sin ningún pesar, y él hablaba voluntariamente de cosas a lo que sus hermanos no habrían hecho alusión por nada del mundo.

–– ¡Ya han pasado tres meses desde que me fui! ––exclamó––. ¡Y parece que fue hace sólo quince días! Y, sin embargo, ¡cuántas cosas han ocurrido! ¡Dios mío! Cuando me fui no tenía ni idea de que cuando volviera iba a estar enlazado; aunque pensaba que sería divertidísimo que así fuese.

Su padre alzó los ojos; Yuuri estaba angustiado; Otabek miró a Minami significativamente, pero el, que nunca veía ni oía lo que no le interesaba, continuó alegremente:

––Mamá, ¿sabe la gente de por aquí que me he enlazado? Me temía que no, y por eso, cuando adelantamos el carruaje de William Goulding, quise que se enterase; bajé el cristal que quedaba a su lado y puse mi nuca a la vista para que viera la bella mordida en ella. Entonces le saludé y sonreí como si nada.

Otabek no lo aguantó más. Se levantó y se fue a su cuarto y no bajó hasta oír que pasaban por el vestíbulo en dirección al comedor. Llegó a tiempo de ver cómo Minami, pavoneándose, se colocaba en la mesa al lado derecho de su madre y le decía a su hermano mayor:

––Yuuri, ahora me corresponde a mí tu puesto. Tú pasas a segundo lugar, porque yo soy un Omega enlazado.

No cabía suponer que el tiempo diese a Minami aquella mesura de la que siempre había carecido. Su tranquilidad de espíritu y su desenfado iban en aumento. Estaba impaciente por ver a la señora Cialdini, a los Nishigori y a todos los demás vecinos, para oír cómo lo llamaban «Omega Leroy». Mientras tanto, después de comer, fue a enseñar su mordida en la nuca a la señora Mari y a las dos criadas para presumir de enlazamiento.

Mi Orgullo Y Tu Prejuicio  (Omegaverse) {Yuri×Otabek}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora