Otabek había calculado que Plisetsky llevaría a su hermana a visitarlo al día siguiente de su llegada a Moscuberley, y en consecuencia, resolvió no perder de vista la fonda en toda aquella mañana. Pero se equivocó, pues recibió la visita el mismo día que llegaron. Los Giacometti y Otabek habían estado paseando por el pueblo con algunos de los nuevos amigos, y regresaban en aquel momento a la fonda para vestirse e ir a comer con ellos, cuando el ruido de un carruaje les hizo asomarse a la ventana y vieron a un Alfa y a una Omega en un cabriolé que subía por la calle. Otabek reconoció al instante la librea de los lacayos, adivinó lo que aquello significaba y dejó a sus tíos atónitos al comunicarles el honor que les esperaba.
Estaban asustados; aquella visita, lo desconcertado que estaba Otabek y las circunstancias del día anterior les hicieron formar una nueva idea del asunto. No había habido nada que lo sugiriese anteriormente, pero ahora se daban cuenta que no había otro modo de explicar las atenciones de Plisetsky más que suponiéndole interesado por su sobrino. Mientras ellos pensaban en todo esto, la turbación de Otabek aumentaba por momentos. Le alarmaba su propio desconcierto, y entre las otras causas de su desasosiego figuraba la idea de que Plisetsky, en su entusiasmo, le hubiese hablado de él a su hermana con demasiado elogio. Deseaba agradar más que nunca, pero sospechaba que no iba a poder conseguirlo. Se retiró de la ventana por temor a que lo viesen, y, mientras paseaba de un lado a otro de la habitación, las miradas interrogantes de sus tíos lo ponían aún más nervioso.
Por fin aparecieron la señorita Plisetsky y su hermano y la gran presentación tuvo lugar. Otabek notó con asombro que su nueva conocida estaba, al menos, tan turbada como él. Desde que llegó a Suezland había oído decir que la señorita Plisetsky era extremadamente orgullosa pero, después de haberla observado unos minutos, se convenció de que sólo era extremadamente tímida. Difícilmente consiguió arrancarle una palabra, a no ser unos cuantos monosílabos. La señorita Plisetsky era más alta que Otabek y, aunque no tenía más que dieciséis años, su cuerpo estaba ya formado y su aspecto era muy femenino y grácil. No era tan guapa como su hermano, pero su rostro revelaba inteligencia y buen carácter, y sus modales eran sencillísimos y gentiles. Otabek, que había temido que fuese una observadora tan aguda y desenvuelta como Plisetsky, experimentó un gran alivio al ver lo distinta que era.
Poco rato llevaban de conversación, cuando Plisetsky le dijo a Otabek que Nikiforov vendría también a visitarlo, y apenas había tenido tiempo el joven Omega de expresar su satisfacción y prepararse para recibirle cuando oyeron los precipitados pasos de Nikiforov en la escalera, y en seguida entró en la habitación. Toda la indignación de Otabek contra él había desaparecido desde hacía tiempo, pero si todavía le hubiese quedado algún rencor, no habría podido resistirse a la franca cordialidad que Nikiforov le demostró al verlo de nuevo. Le preguntó por su familia de manera cariñosa, aunque en general, y se comportó y habló con su acostumbrado buen humor.
Los señores Giacometti acogieron a Nikiforov con el mismo interés que Otabek. Hacía tiempo que tenían ganas de conocerle. A decir verdad, todos los presentes les inspiraban la más viva curiosidad. Las sospechas que acababan de concebir sobre Plisetsky y su sobrino les llevaron a concentrar su atención en ellos examinándolos detenidamente, aunque con disimulo, y muy pronto se dieron cuenta de que al menos uno de ellos estaba muy enamorado. Los sentimientos de Otabek eran algo dudosos, pero era evidente que Plisetsky rebosaba admiración a todas luces. Otabek, por su parte, tenía mucho que hacer. Debía adivinar los sentimientos de cada uno de sus visitantes y al mismo tiempo tenía que contener los suyos y hacerse agradable a todos. Bien es verdad que lo último, que era lo que más miedo le daba, era lo que con más seguridad podía conseguir, pues los interesados estaban ya muy predispuestos en su favor. Nikiforov estaba listo, Mila lo deseaba y Plisetsky estaba completamente decidido.
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Mi Orgullo Y Tu Prejuicio (Omegaverse) {Yuri×Otabek}
FanficEs una verdad mundialmente recconocida que un Alfa soltero necesita enlazarse con un Omega... Es una adaptación de la novela de Jane Austen "Orgullo Y Prejuicio", pero con los personajes de Mitsuroo Kubo cómo protagonistas. Es un Yurbek y un Victuur...